Nadia miró a Héctor.—¡Héctor, te amo!Héctor la estrechó entre sus brazos, abrazándola con tanta fuerza como si quisiera fundirla con su propio ser.Resultaba que ella también lo amaba. Se amaban mutuamente.Con el pecho rebosante de felicidad, Héctor pidió inseguro:—Nadia, dilo otra vez. Dime otra vez que me amas.Nadia, llorando de alegría, exclamó:—¡Héctor, te amo! Te amé antes, te amo ahora, te amaré en el futuro. ¡Te amaré profunda y eternamente!Nadia rodeó el cuello de Héctor y volvió a besar sus labios.Héctor sintió su suavidad y calidez, respondiendo con intensidad a su beso, devolviéndole todo su amor.Valentina aplaudió feliz desde un lado.—¡Felicidades, señor Celemín! ¡Felicidades, señora Celemín!Después de su profundo beso, Héctor y Nadia se separaron y miraron a Valentina.—Valentina, gracias.Valentina arqueó una ceja.—Señor Celemín, señora Celemín, no tienen que agradecerme. En realidad, no he hecho gran cosa.Héctor, abrazando a Nadia, dijo:—Valentina, no seas
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