Aunque ella fuera parte de la familia, nadie la recibió. Se quedó sola a un lado, desentonando con la atmósfera alegre.—Valentina, has venido —anunció Catalina.Todas las miradas se dirigieron hacia ella.Notó cómo la sonrisa de su abuela se desvaneció, mostrando disgusto. —¿Por qué ha venido ella?—Madre, la invité por tu cumpleaños —sonrió Catalina.—No necesito que venga —protestó—. Mira lo exitosas que son Dana y Luciana. Y mírala: es una pueblerina que no está a la altura, ¡me avergüenza en mi propia fiesta!Luciana y Dana, espléndidamente maquilladas, le dirigieron una expresión de desdén a Valentina antes de acercarse a Marcela para consolarla con dulzura: —Abuela, ya que está aquí, déjala. Es tu nieta, no podemos echarla.—Abuela, eres la festejada, no te enojes por alguien que no lo merece.Marcela sonrió. —Me basta con tenerlas a las dos como nietas.El mensaje era claro: no reconocía a Valentina como nieta.Valentina sintió una punzada en el corazón. Los Méndez habían sido
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