Pero había un problema: él le pertenecía a Luciana.
¿Qué iba a hacer?
Los otros jóvenes ricos empezaron a emocionarse. Después de todo, Dana no solo era una prestigiosa heredera, sino que además estaba soltera, y tenía más de un admirador en el grupo.
—Vamos, Dana, elige de una vez —Apuró Valentina, con una sonrisa traviesa antes de dirigirse a Luciana. —Dime, Luciana, nuestra prima siempre ha sido muy selectiva. ¿Quién crees que será el afortunado?
Luciana le lanzó una mirada asesina. —Por supuesto que es selectiva, tiene pretendientes por montones. ¿Quién te crees para cuestionarla?
Ella se limitó a sonreír sin decir palabra.
Luciana observó a Dana con genuina curiosidad. Ni ella misma podía imaginar a quién elegiría su prima, desde su regreso al país se había convertido nada más y nada menos que en la asistente del doctor milagro. Sus padres no podían estar más orgullosos frente a la abuela, mientras ella se dedicaba a buscar el partido perfecto entre la crema y nata de Nueva Celest