Sí, mi hermano tenía razón.Cuando a alguien se le acaba el cariño, ya no hay palabras que lo hagan volver.A la mañana siguiente, fui con mi hermano al hospital a ver a mi mamá.Apenas llegamos a la puerta, escuché que alguien estaba peleando.Entre las voces, reconocí la de mi papá.Carlos y yo nos miramos. Yo le dije:—¿Cómo se enteró papá?—Quién sabe… yo solo sé que vino fue a amargar a mamá —respondió, y de golpe empujó la puerta.Ahí estaba mi papá, parado junto a la cama, con las manos en la cintura y con cara de enojado.Mi mamá, en cambio, estaba sentada, callada, limpiándose las lágrimas.Carlos se enfureció, entró, lo apartó y le gritó:—¿Para qué viniste? Nadie te invito.Me acerqué rápido y abracé a mi mamá.—¿Qué pasó? —le pregunté.Ella no dijo nada.Eso hizo que Carlos se enfureciera más, agarró a mi papá por el cuello de la camisa y le dijo:—¿Qué le hiciste?—¡Oye! ¿Así le hablas a tu papá? ¡Suéltame! —dijo él, tirando de la mano de mi hermano— ¡Suéltame, soy tu pap
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