Cuando llegamos, la madrastra de Mateo no insistió más. Apenas nos vio, vino a decirnos a Javier y a mí:—Ya vieron, ¿no? Se arrodilló de verdad. Por favor, convenzan a Mateo de retirar la denuncia.—Ah, ¿sí?La mirada penetrante de Javier se fijó en Miguel.Soltó una bocanada de humo y se rio con desprecio:—Qué curioso, a mí me pareció que lo hizo a regañadientes. ¿Qué pasa, te cuesta tanto pedirle perdón a mi padre?Miguel lo miró con odio:—Ya me arrodillé, ya hice lo que me pediste, ¿qué más quieres?—Sí, te arrodillaste, hiciste lo que yo pedí. Pero un perdón que no sale del corazón … me temo que mi padre no lo aceptará.Parece que tendré que decirle a Mateo que no retire la denuncia…La madrastra de Mateo se desesperó al oír eso. Agarró a Miguel del brazo, llorando:—¡Arrodíllate otra vez! ¡Hazlo de corazón! ¡Te lo dije! ¡Con sinceridad, con sinceridad!—¡Ya basta! —Molesto, Miguel la apartó con fastidio y miró a Javier.Javier sonrió con calma:—Si Miguel no quiere, no lo oblig
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