Varias veces quise contarle todo a Javier. Decirle que estaba fingiendo haber recuperado la memoria, explicarle por qué y pedirle que me ayudara a seguir con la farsa. Seguro habría aceptado.
Pero había algo que complicaba todo: Camila.
Ella seguía siendo su punto débil.
Aunque Javier me prometió que ya no la iba a proteger ni se iba a meter en sus asuntos, sabía bien que, cuando llegara el momento, igual iba a salir en su defensa.
En su corazón, esa hermana todavía tenía un lugar que yo nunca iba a poder ocupar.
Por eso, con él tenía que estar alerta.
No porque pensara que me fuera a lastimar, sino porque con Camila era demasiado condescendiente.
Si le contaba mi plan y ella conseguía manejarlo a su antojo, él iba a terminar contándole todo sin darse cuenta… y entonces mi esfuerzo no iba a servir de nada.
Mientras pensaba en eso, de repente sentí una mano cálida.
El corazón me dio un brinco.
Por un segundo creí que era Mateo.
Él también solía agarrarme la mano así, con ese calor que s