No pude evitar reírme un poco.Alan reaccionó y, sin nada de pena, me dijo:—¿De qué te ríes? Quedarme embobado mirando a mi esposa es lo más normal del mundo. No me digas que Mateo nunca te ha mirado así.—Sí, sí… normal, demasiado normal —dije, riéndome.Alan suspiró y luego abrazó a Valerie con fuerza.—Cariño, estás preciosa hoy.¡Ay, qué empalagoso!Valerie también lo sintió, se frotó los brazos y dijo, incómoda:—No me llames cariño, me llenas de escalofríos. Y deja de inventarte cosas, ¿quién es tu esposa?—Pronto lo vas a ser. Mejor me acostumbro desde ya: esposa, esposa, esposa… —dijo Alan, apretándola más, y repitió la palabra con un tono dulce, pegajoso, casi cantado.Valerie se mordió los labios para no reírse, con las mejillas rojas.Ay, por favor…Yo ya estaba más que empalagada con tanto amor.—Bueno —dije, divertida—, no quiero estorbar, voy a esperarlos en el auto.—Qué buena eres, Aurora, siempre tan considerada —dijo Alan, con una sonrisa traviesa, pasándome una chaq
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