El único sonido que se escuchaba en el bosque era el de los aullidos, gemidos y golpes llenos de dolor rabia e ira. La necesidad de protección hacia su hembra lo hacía volver loco. Mientras más lobos mataba para acercarse a Diana, más aparecían.La luna estaba brillando en el cielo reflejando los cuerpos que se enfrentaban.Los movimientos de Diana estaban llenos de gracia mientras su pelaje brillaba bajo la luz de la luna. Jamás hubiera esperado convertirse en loba en estas circunstancias y gracias al entrenamiento con sus padres era fuerte y ágil, una guerra nata que había regresado para esto, para defender a los suyos.Había tantas cosas en su cabeza, el sentimiento de traición, el amor perdido por su compañero, la ansiedad por conocer a su hijo qué había creído perder.—Entrégate a mi —gruñó Adel con su voz lupina mientras ambos luchaban—. Una vez él te apartó de mí, eras mía. Lo sabes.—Jamás fui tuya. Puede que mis cuidadores me prometieran a ti, pero jamás te amé. No como amé a
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