Desterrada

Cuando Aris volvió a la habitación lleno de deseo por su hembra sintió que su corazón era atrapado en un puño cuando noto que Diana no estaba dentro, el miedo y la desesperación lo llevaron a salir corriendo de allí en su búsqueda mientras daba órdenes a todos los lobos de su manada para que no dejaran que ella saliera de sus límites.

—¡¿Cómo fue que ella escapó?! ¡¿Quién fue la última que entró?! —rugió él lleno de furia.

Él no lastimaba hembras pero su Delta, otra hembra si lo hacía cuando los límites eran cruzados en la manada.

Las hembras comenzaron a mirarse entre sí atemorizadas, sin embargo, una de ellas fue la que dijo todo la señorita Priscila nos pidió la llave de la habitación de nuestra Luna dijo que tenía tu permiso Alfa.

—¿Priscila?

Su expresión se endureció mucho más de lo que ya estaba. Sus labios se apretaron en una línea firme.

—Vayan a buscarla, ahora.

La demanda del Alfa enseguida fue obedecida mientras él se dirigía fuera de la cocina. Los pensamientos sobre Dian
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