Todos los capítulos de Entre Venganza & Seducción (Libro 0.5: Encontrando El Amor): Capítulo 91 - Capítulo 99
99 chapters
91
​​​​​​​*—Antonella:Se quedaron en silencio por un largo rato, con las manos entrelazadas, como si no hiciera falta nada más. La lluvia repiqueteaba suavemente sobre el techo del auto, y el sonido se mezclaba con sus respiraciones acompasadas. En ese instante, el mundo se volvió lejano, como si solo existieran ellos dos, atrapados en un paréntesis donde el tiempo se había detenido.Entonces…—¿Estamos bien? —preguntó Max en voz baja, casi temerosa, inclinándose hacia ella hasta apoyar la cabeza en su hombro, en un gesto tierno y vulnerable que hizo que el corazón de Antonella se encogiera.Antonella sintió cómo él respiraba hondo, como si buscara fuerza en su aroma, en su cercanía. Entonces Max giró el rostro, sus labios apenas rozando la piel de su cuello al hacerlo. La miró a los ojos, y en ellos solo había verdad.—¿Podemos volver a estar juntos? —Max continuó preguntando—. Yo… te extraño, Ellie.Se enderezó, y con manos temblorosas, acunó su mejilla. La acarició como si fuera un r
Leer más
92
​​​​​​​*—Max:Había hecho muchas cosas en sus apenas veinticuatro años, pero nada se comparaba con esto. Era, sin duda, el mayor paso que había dado para redimirse y recuperar a la mujer que amaba.Una media sonrisa surcó los labios de Max mientras su mirada se mantenía fija en la pantalla del ascensor. Observó cómo los números ascendían uno a uno hasta que finalmente llegó al último piso del edificio corporativo del Grupo Bryant: el piso presidencial.Cuando el ascensor se detuvo, una suave melodía sonó y Max alzó el mentón con orgullo. Su porte era firme, elegante, casi desafiante. Al salir, divisó a Tiffany al fondo, detrás de su escritorio. Ella se levantó automáticamente, como era su deber, pero su rostro pasó de la cordialidad a una expresión tensa de sorpresa al reconocerlo.Max caminó hacia ella con paso seguro, su sonrisa intacta.—Buenas tardes, Tiffany —saludó con cortesía.La joven rubia parpadeó, obligándose a componer una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Aunque no simp
Leer más
93
​​​​​​​*—Antonella:Tenía el corazón en la boca.Su padre las había convocado a su madre y a ella en su estudio, como solía hacerlo siempre que tenía una gran noticia que compartir y Antonella no sabía qué pensar. No quería saltar a conclusiones, pero… tenía ese presentimiento. Esa punzada en el estómago que le decía que algo importante estaba por ocurrir.Se mordió el labio inferior con fuerza, como si así pudiera contener la ansiedad que amenazaba con devorarla por dentro. Sus uñas se clavaban en las palmas de sus manos mientras esperaba, inmóvil, como una estatua de tensión.Cuando la puerta del estudio se abrió de pronto, Antonella dio un pequeño respingo y su mirada se dirigió con rapidez hacia la entrada. Su padre apareció con una sonrisa amplia que le iluminaba el rostro, algo inusual en él.—¿Jeff, por qué sonríes? —preguntó Alice, su madre, con un dejo de curiosidad inquieta—. Dijiste que querías hablar con nosotras…—Traigo buenas noticias —anunció él, mientras se dirigía a
Leer más
94
​​​​​​​*—Antonella:Antonella sintió que el corazón se le detenía por un segundo. Su cuerpo entero reaccionó al escuchar su voz. Un leve temblor le recorrió los brazos mientras mantenía los ojos fijos en la entrada del salón.Entonces lo vio.Alto, impecable, más guapo que nunca. Max cruzó el umbral con un ramo de rosas rojas en la mano y una sonrisa luminosa en los labios. Las conversaciones se detuvieron. Todos en la sala se quedaron en silencio, mirando al inesperado visitante.—Buenas tardes… o casi noche —saludó con tono relajado, mirando a cada uno de los presentes.Antonella se quedó inmóvil. ¿Qué hacía él allí? ¿Y con ese ramo…? ¿Era para ella?—Oh, buenas noches, Max —dijo su padre, Jeff McKay, siendo el primero en reaccionar. Caminó hacia él con una sonrisa desconcertada—. Es una grata sorpresa verte por aquí, después de todo lo que pasó…Max sonrió, un poco incómodo.—Sí, lo sé, pero hoy no vengo a hablar de negocios —miró alrededor, notando que interrumpía una reunión fami
Leer más
95
​​​​​​​*—Antonella:Durante unos minutos se quedaron así, fundidos en un abrazo, con los cuerpos aún unidos y los latidos sincronizados, pero la realidad no tardó en filtrarse entre las rendijas de su refugio, y Antonella giró el rostro hacia él, con una sonrisa aún desordenada por el clímax.—¿No crees que deberíamos…? —empezó a decir, pero se interrumpió al ver la cara divertida de Max.—Hice un desastre —admitió él con una risita avergonzada—. Debería andar con una caja de condones encima. No está bien que te haga el amor así, sin protección.Antonella se mordió el labio y se inclinó para rozarle la boca con la suya, aún jadeante.—A mí me gusta sentirte dentro, Max… y más cuando… —se relamió con lentitud, provocadora—. Ya sabes.Max soltó una carcajada, moviendo la cabeza incrédulo.—Y luego dices que el perverso soy yo.Ambos rieron, cómplices y todavía envueltos en ese calor delicioso. Finalmente, Max la dejó ir con suavidad. Antonella se puso de pie, pero apenas lo hizo, sintió
Leer más
96
​​​​​​​*—Antonella:Hoy iba a ser un buen día.Antonella se miró al espejo con una sonrisa que no lograba disimular. Sus ojos brillaban con una mezcla de ilusión y nerviosismo. Llevaba una blusa blanca de tela vaporosa que se ceñía delicadamente a su silueta, unos jeans que abrazaban sus curvas con naturalidad y unas botas marrones estilo vaquero que le daban ese aire desenfadado pero encantador. Se hizo una trenza suelta, dejando algunos mechones rebeldes enmarcando su rostro.Otra cita con Max. Y esta vez, en la granja.Desde la cena de unos días atrás, algo había cambiado. Después de comer, se quedaron hablando en la terraza, compartiendo risas, susurros y una serie de besos suaves, cargados de una ternura inesperada. La noche se hizo cómplice de sus caricias tímidas, de los roces que hablaban más que las palabras. En medio de ese instante íntimo, Max le confesó que quería salir con ella nuevamente. Que extrañaba tener una cita con ella.Fue entonces cuando Antonella le propuso vol
Leer más
97
​​​​​​​*—Antonella:Finalmente, llegaron a la cima. Max ya la esperaba bajo un árbol corpulento, de ramas extendidas como brazos que los invitaban a refugiarse. Desde allí, la vista era impresionante: a lo lejos, los rascacielos de la ciudad se recortaban contra un cielo amarillo con nubes blancas borrosas. Era un contraste perfecto entre lo salvaje del campo y la frialdad urbana.Antonella rió al ver la manta de cuadros rojos extendida sobre el césped, perfectamente colocada, junto a una canasta de mimbre. La brisa jugaba con los flecos de la manta, y el sol que comenzaba a descender pintaba todo de un dorado suave y nostálgico.—¿Cuándo trajiste todo esto? —preguntó entre risas, con una mezcla de sorpresa y ternura en los ojos—. Esta había sido tu idea desde el principio, ¿verdad?Max se limitó a sonreír mientras ataba su caballo al tronco del árbol, a unos pasos del improvisado pícnic.—Tal vez —respondió sin mirarla directamente, como si no quisiera admitir lo obvio, pero su sonri
Leer más
98
​​​​​​​*—Antonella:Los ojos de Max estaban fijos en los suyos, brillantes, profundos, decididos. Y aunque ella no dijo ni una palabra, su alma ya lo sabía.—No se supone que debería ser así, pero el momento es el que habla, ¿no? —murmuró Max, tomando una de sus manos—. No planeé decirlo ahora. O sí… no lo sé. Lo pensé tantas veces, pero es que estás aquí, tan tú… tan real. Y no quiero dejar que este momento se me escape otra vez.Antonella soltó una risa nerviosa, incrédula, y se cubrió la boca con la otra mano.—¿Estás... pidiéndome matrimonio?Max asintió con una sonrisa ladeada, vulnerable como pocas veces ella lo había visto.Entonces, con la otra mano, Max la metió dentro de la canasta que tenían a un lado. Antonella lo observó con curiosidad, frunciendo el ceño ligeramente.—Espera… —susurró ella, notando su gesto repentino.Y de pronto todo tuvo sentido.Claro. Así que por eso había impedido que ella abriera la canasta por completo antes. Por eso había insistido en ser él quie
Leer más
99
​​​​​​​*—Max:Después de un día perfecto, Max y Antonella regresaron al apartamento, aún con las mejillas sonrojadas por el aire fresco de la colina y los recuerdos que se aferraban a su piel como una segunda ropa. Apenas cerraron la puerta, Max no perdió tiempo. La miró con esa mezcla de deseo y ternura que solo él podía conjurar, y la tomó entre sus brazos como si quisiera sellar, una vez más, todo lo que sentía por ella.La llevó hasta el dormitorio, besándola en el camino, con la urgencia de quien no se cansa de amar. Esta vez, sobre la cama, la adoró con calma y devoción, marcando su piel con caricias que hablaban más fuerte que las palabras. Y aunque Antonella no se quejaba del encuentro anterior en medio del campo, sí le lanzó una sonrisa traviesa entre suspiros cuando murmuró:—Al menos aquí no hay caballos espiandonos…—comentó Antonella divertida.Max rió entre besos, su voz ronca de afecto y deseo.—Creo que uno incluso resopló cuando terminamos.—¡Lo sabía! —respondió ella
Leer más
Escanea el código para leer en la APP