*—Max:
Había hecho muchas cosas en sus apenas veinticuatro años, pero nada se comparaba con esto. Era, sin duda, el mayor paso que había dado para redimirse y recuperar a la mujer que amaba.
Una media sonrisa surcó los labios de Max mientras su mirada se mantenía fija en la pantalla del ascensor. Observó cómo los números ascendían uno a uno hasta que finalmente llegó al último piso del edificio corporativo del Grupo Bryant: el piso presidencial.
Cuando el ascensor se detuvo, una suave melodía sonó y Max alzó el mentón con orgullo. Su porte era firme, elegante, casi desafiante. Al salir, divisó a Tiffany al fondo, detrás de su escritorio. Ella se levantó automáticamente, como era su deber, pero su rostro pasó de la cordialidad a una expresión tensa de sorpresa al reconocerlo.
Max caminó hacia ella con paso seguro, su sonrisa intacta.
—Buenas tardes, Tiffany —saludó con cortesía.
La joven rubia parpadeó, obligándose a componer una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Aunque no simp