*—Antonella:
Hoy iba a ser un buen día.
Antonella se miró al espejo con una sonrisa que no lograba disimular. Sus ojos brillaban con una mezcla de ilusión y nerviosismo. Llevaba una blusa blanca de tela vaporosa que se ceñía delicadamente a su silueta, unos jeans que abrazaban sus curvas con naturalidad y unas botas marrones estilo vaquero que le daban ese aire desenfadado pero encantador. Se hizo una trenza suelta, dejando algunos mechones rebeldes enmarcando su rostro.
Otra cita con Max. Y esta vez, en la granja.
Desde la cena de unos días atrás, algo había cambiado. Después de comer, se quedaron hablando en la terraza, compartiendo risas, susurros y una serie de besos suaves, cargados de una ternura inesperada. La noche se hizo cómplice de sus caricias tímidas, de los roces que hablaban más que las palabras. En medio de ese instante íntimo, Max le confesó que quería salir con ella nuevamente. Que extrañaba tener una cita con ella.
Fue entonces cuando Antonella le propuso vol