Gregor la devoraba de manera embriagadora, dulce y con hambre, mordisqueando sus pezones erectos, y luego regresaba a su boca, invadiéndola con su lengua en una danza frenética, mientras sus manos descendían bajo las bragas, apretando sus nalgas con ansia posesiva.Sobre su vientre, Elyria podía sentir aquel miembro palpitante y firme, como una promesa inquebrantable de todo lo que estaba por venir.Su mente daba vueltas, su cuerpo clamaba por más. Quería ser poseída, quería sentirlo dentro, llenándola, quebrándola dulcemente. Con una chispa de travesura, deslizó su mano bajo su bóxer y al percibir su calor vibrante, su propio placer se disparó, haciéndola jadear.—Debes detenerte —gruñó Gregor entre dientes apretados, mientras ella lo masturbaba con movimientos lentos y tortuosos, al mismo tiempo que él hundía dos de sus dedos en su vagina, ávida de ser conquistada.Elyria gemía, desesperada, sumergida en un torbellino de placer que la arrastraba sin compasión. Y sin poder evitarlo,
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