—¡Eh, ustedes de adelante! ¿No escuchan?—¡Deténganse ya o abrimos fuego!Luciana se aferró a Alejandro, tragando saliva.—¡Ale!Él frenó con un pie en el suelo, la abrazó por la cintura y le susurró:—Tranquila, yo me encargo de todo.Las patrullas rodearon la bicicleta.—Oficial —preguntó Alejandro, frunciendo el ceño—, ¿cuál es el problema? ¿Andar en bici es delito?—¿El problema? —El policía los recorrió de arriba abajo y chasqueó la lengua—. Bonita pareja, se nota que no les falta lana… ¿y aun así haciendo cosas malas?Alejandro y Luciana cruzaron miradas: ¿cosas malas?—Debe haber un malentendido… —intentó él.El agente les hizo señas de que se apartaran; Alejandro, sin soltar a Luciana, dio dos pasos atrás.—A ver —el agente golpeó el cuadro de la bici y gritó—: ¡Señor, venga a ver si es la suya!Un hombre de mediana edad se acercó, la revisó y exclamó:—¡Oficial, es la mía!—Conque sí —asintió el policía—. Ladrones y evidencia, todo junto.—¿Ladrones? —Luciana quedó helada.—Se
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