POV de DIEGOLa camioneta rechinó al detenerse frente a la vieja ferretería del pueblo.Apagué el motor y me quedé un momento quieto, con las manos aún en el volante, mirando a través del parabrisas sucio.No había dejado de pensar en Adriana desde que salí esta mañana.Ella se había quedado en casa, aún algo cansada, pero insistió en que no me preocupara.Sonreí para mí mismo, recordando su expresión de esa mañana, medio dormida, su cabello alborotado y esa camiseta vieja que le quedaba enorme.Era, sin duda, la imagen más hermosa que había visto en toda mi vida.Suspirando, abrí la puerta y bajé.La campana sobre la puerta de la ferretería sonó cuando entré.El lugar olía a madera vieja, pintura y polvo.—¡Diego! —saludó el dueño, un hombre de bigote canoso llamado Roberto.—Buenos días, Roberto —respondí, acercándome al mostrador—. Vine por las herramientas que encargamos.—Ya las tengo listas. Dame un segundo.Mientras él buscaba en la parte trasera, mi mente volvió a vagar hacia
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