POV de AdrianaLa casa crujía con cada paso que dábamos.Era como si sus paredes, viejas y agrietadas, intentaran hablarnos en un idioma olvidado.Pero a mí no me asustaba.No ahora.Había algo en esa imperfección, en esas huellas del tiempo, que me hacía sentir… en casa.Caminé lentamente por el pasillo principal, mis dedos rozando la pintura descascarada de las paredes.Podía imaginarlo todo: los cuadros colgando, la alfombra deshilachada que encontraríamos en algún mercado de pulgas, las risas llenando el aire.Diego venía detrás de mí, cargando un par de mochilas.Nuestras únicas pertenencias, por ahora.—¿Estás segura de esto? —preguntó en voz baja, casi como si temiera perturbar la quietud del lugar.Me giré hacia él y asentí.—Nunca he estado más segura.Sonrió de lado, esa sonrisa que siempre conseguía que el mundo dejara de girar por un instante.Dejé caer mi mochila en el suelo polvoriento y avancé hacia una de las ventanas.La abrí.El viento del mar entró de golpe, fresco
POV de DiegoHabía algo especial en verla así.Descalza sobre el césped salvaje, con el cabello revuelto por la brisa del mar, la risa escapándosele de los labios sin ninguna contención.Adriana.Mi caos.Mi hogar.Apoyado contra el marco de la puerta principal, me permití un momento solo para observarla.A veces todavía me parecía increíble que estuviera aquí conmigo, que hubiera elegido esta vida loca, incierta y desordenada.Que me hubiera elegido a mí.—¿Qué miras? —gritó, deteniéndose para sonreírme con esa luz en los ojos que siempre me dejaba sin aire.—A ti —respondí, honesto, crudo.Ella rodó los ojos, divertida, pero no pudo ocultar el leve rubor que coloreó sus mejillas.—Deberías estar ayudándome a limpiar este desastre —dijo, señalando con la mano la maraña de ramas y maleza que cubría el terreno frente a la casa.Me encogí de hombros, sonriendo.—Ya voy, jefa.Caminé hacia ella, dejando que el sol cálido de la tarde me empapara los hombros.Cuando llegué a su lado, ella
POV de DIEGOEl sonido de la lluvia golpeando el techo era lo único que llenaba el silencio dentro de la casa.Me senté en el borde de la cama, encorvado, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza entre las manos.Todo lo que había construido con Adriana parecía pender de un hilo invisible que amenazaba con romperse en cualquier momento.La pelea había sido estúpida.Una tontería.Pero la rabia, el miedo, el cansancio… se habían mezclado como pólvora y chispa.Y ahora ella estaba abajo, en la sala, negándose a hablarme.Tragué saliva, sintiendo el sabor amargo del arrepentimiento ardiéndome en la garganta.No podía dejar que esto se quedara así.Me levanté y caminé hacia la puerta.Cada paso me pesaba como si cargara cadenas invisibles.Cuando llegué a la sala, la encontré sentada en el sofá, abrazada a una manta, mirando hacia la ventana empañada.Su cabello caía en desorden alrededor de su rostro, ocultando parcialmente su expresión.—Adriana —dije en voz baja.Ella no resp
POV de DIEGOLa camioneta rechinó al detenerse frente a la vieja ferretería del pueblo.Apagué el motor y me quedé un momento quieto, con las manos aún en el volante, mirando a través del parabrisas sucio.No había dejado de pensar en Adriana desde que salí esta mañana.Ella se había quedado en casa, aún algo cansada, pero insistió en que no me preocupara.Sonreí para mí mismo, recordando su expresión de esa mañana, medio dormida, su cabello alborotado y esa camiseta vieja que le quedaba enorme.Era, sin duda, la imagen más hermosa que había visto en toda mi vida.Suspirando, abrí la puerta y bajé.La campana sobre la puerta de la ferretería sonó cuando entré.El lugar olía a madera vieja, pintura y polvo.—¡Diego! —saludó el dueño, un hombre de bigote canoso llamado Roberto.—Buenos días, Roberto —respondí, acercándome al mostrador—. Vine por las herramientas que encargamos.—Ya las tengo listas. Dame un segundo.Mientras él buscaba en la parte trasera, mi mente volvió a vagar hacia
POV de DIEGOEl sol apenas comenzaba a salir cuando me desperté sobresaltado. No sabía si había sido por una pesadilla o simplemente porque mi mente no podía descansar sabiendo que Adriana seguía lejos de mí. Me pasé una mano por el rostro y me senté al borde de la cama, mirando la habitación vacía.—Otra noche sin ti, Adriana... —murmuré para mí mismo, sintiendo ese dolor familiar apretarme el pecho.No podía seguir así. Algo tenía que cambiar. Me vestí rápidamente, sin pensar demasiado en lo que llevaba puesto, y salí del apartamento. El aire frío de la mañana me golpeó la cara, pero no me importó. Solo tenía un objetivo en mente: encontrarla.Mientras conducía por las calles aún medio desiertas, recordaba nuestra última conversación. Sus lágrimas, sus palabras llenas de dolor... y yo, tan terco, tan orgulloso, incapaz de detenerla cuando se fue.—Fuiste un idiota, Diego —me dije en voz baja, apretando el volante.Mi primer impulso fue ir a su cafetería favorita. Quizá habría decidi
POV de DiegoEl sonido de la lluvia golpeando las ventanas era lo único que llenaba la habitación. Me encontraba sentado en el borde de la cama, con la cabeza entre las manos, sintiendo un peso insoportable en el pecho. Cada gota que caía parecía marcar el tiempo que había perdido... el tiempo que me alejaba cada vez más de Adriana.¿Cómo habíamos llegado hasta aquí?Me puse de pie bruscamente, incapaz de seguir quieto, y comencé a caminar de un lado a otro, como un animal enjaulado. Las imágenes de nuestra última discusión no dejaban de repetirse en mi cabeza: sus ojos llenos de lágrimas, su voz temblando de rabia y dolor, y yo... tan impotente, tan incapaz de detener el daño que había causado.No podía quedarme sentado esperando que todo se arreglara solo. Tenía que hacer algo. Tenía que encontrarla.Tomé mis llaves y salí al temporal sin pensarlo dos veces.La ciudad estaba casi desierta a esa hora y bajo aquella tormenta. Mis pasos resonaban en las aceras mojadas mientras avanzaba
POV de AdrianaLa madrugada había llegado sin que yo pudiera cerrar los ojos. Me giraba una y otra vez en la cama, sintiendo el peso de los pensamientos aplastándome el pecho. Afuera, las primeras luces del amanecer apenas teñían el cielo de un gris pálido, y la ciudad empezaba a despertar lentamente.Pero en mi interior todo seguía suspendido. Incierto.No sabía qué hacer con Diego.Habíamos hablado. Había prometido cambiar, había pedido una oportunidad... Y yo, contra todo instinto, contra toda lógica, se la había dado.Me llevé una mano al corazón, apretándolo como si pudiera calmar el tumulto que allí dentro se desataba. ¿Era una tonta por creer en él de nuevo? ¿O simplemente una mujer que todavía lo amaba demasiado?—Basta —me dije en voz baja, sentándome al borde de la cama—. No vas a resolver nada dándole vueltas una y otra vez.Me obligué a ponerme de pie y caminar hacia la cocina. Preparar café me pareció una buena excusa para mantener mis manos ocupadas, para no caer presa d
POV de AdrianaEl eco de sus palabras todavía resonaba en mi cabeza mientras caminaba sola por las calles de la ciudad. Cada paso que daba parecía alejarme más y más de la seguridad que había sentido por un instante en sus brazos. Diego había dicho que me amaba, que quería quedarse a mi lado… pero el miedo seguía ahí, latiendo como una segunda piel bajo la superficie de mi calma aparente.El viento frío me despeinaba el cabello y me hacía abrazarme a mí misma. No estaba segura si era el clima o simplemente el vacío que sentía adentro lo que me hacía temblar.Quería creerle. De verdad quería hacerlo.Pero creerle implicaba confiar en alguien que ya había destrozado mi corazón una vez. Implicaba saltar al vacío, sin saber si esta vez estaría para atraparme.Me detuve frente a un pequeño parque, donde los primeros rayos de sol pintaban de dorado los bancos y el césped aún cubierto de rocío. Busqué un banco vacío y me senté, dejando que el silencio de la mañana me envolviera.Saqué el cel