POV de DIego
Nunca en mi vida había sentido tanta impotencia como cuando leí esa nota.
"No puedes esconderte para siempre."
No decía un nombre, pero no hacía falta.
Sabía perfectamente de quién venía.
Samuel.
El mismo bastardo que le había hecho tanto daño a Adriana, que había robado años de su vida, que la había dejado con cicatrices invisibles que ni siquiera el mar podía borrar.
Estaba de vuelta.
Y aunque no lo habíamos visto, su sombra se filtró entre las paredes de nuestra casa, de nuestra paz, de nuestra cama.
Vi cómo Adriana temblaba al leer esas palabras.
Y algo dentro de mí se rompió.
Yo había jurado protegerla. Había prometido que esta vez nadie la tocaría, que aquí estaría segura.
Y sin embargo, su miedo volvió a despertar. Otra vez. Por él.
Y eso era algo que no podía perdonarme.
—Vamos a salir —le dije esa mañana, mientras ella intentaba sonreír entre tazas de café que no podía terminar.
—¿A dónde?
—A caminar, al mercado, donde sea. No vamos a vivir escondidos.
Adriana me