POV de AdrianaA veces me despierto pensando que todo fue una pesadilla. Que nunca salí huyendo. Que nunca conocí a Diego. Que sigo atrapada.Pero entonces lo escucho respirar a mi lado, y recuerdo que lo hice. Que escapé. Que sobreviví.Y que encontré algo que pensé que jamás tendría: paz.Pero la paz, últimamente, es frágil.Muy frágil.Desde que Samuel apareció de nuevo, es como si una parte de mí hubiera regresado a esa oscuridad donde solía vivir. A pesar de que está preso, a pesar de que Diego y yo logramos atraparlo, hay algo en mí que no termina de soltarse. Un nudo. Un miedo latente. Un eco de lo que fui.Y Diego... Diego también está cambiando.Ya no sonríe igual.Ya no duerme como antes.Pasa las noches revisando las cámaras, preguntando a los vecinos si han visto algo raro, como si la sombra de Samuel todavía estuviera con nosotros. Como si en cualquier momento, todo pudiera volver a romperse.Y aunque me parte el alma verlo así, no sé cómo ayudarlo.Tal vez porque yo tamb
POV de ADRIANAHay días en que la casa parece un refugio.Y otros en que se siente como una jaula.Hoy es uno de esos días.Camino de un lado a otro en el pequeño salón, mientras el sonido del mar golpea suave contra las rocas. El cielo está nublado, y el viento sopla con esa melancolía que parece arrastrar los pensamientos más oscuros.Me detengo frente a la ventana.Diego está afuera, arreglando algo en el jardín, aunque no hay nada que realmente necesite arreglo. Lo hace para mantenerse ocupado, para no pensar.Yo hago lo mismo, pero dentro de casa.A veces me pregunto cuánto tiempo más podremos sostenernos así.—¿Adriana? —su voz me sobresalta.Me doy la vuelta, encontrándolo en la puerta, con las manos sucias de tierra y esa expresión cansada que últimamente nunca lo abandona.—¿Qué pasa? —pregunto, esforzándome en sonreír.Él se seca las manos en sus jeans y da un paso hacia mí.—¿Podemos hablar?Mi corazón se acelera sin razón lógica.Asiento, cruzando los brazos sobre el pecho
POV de ADRIANALa carretera se estiraba frente a nosotros como una cinta interminable de asfalto.Era curioso cómo algo tan simple podía parecer tan intimidante.No sabía si era el cansancio acumulado, la incertidumbre de no saber a dónde íbamos exactamente, o simplemente el peso de todo lo que habíamos dejado atrás, pero el silencio entre Diego y yo se sentía diferente esta vez.No incómodo.Sino denso.Como si cada uno estuviera perdido en sus propios pensamientos, pero de alguna forma sosteniéndonos el uno al otro, sin necesidad de palabras.Afuera, el paisaje cambiaba lentamente. Casas dispersas, campos amarillos por el sol, pequeños pueblos que parecían suspendidos en el tiempo.Todo era tan distinto a lo que conocíamos.Y, sin embargo, era exactamente lo que habíamos buscado.Una nueva página.Una oportunidad.Un salto al vacío.—¿Te duele la espalda? —preguntó Diego de repente, su voz suave, casi rompiendo el encanto del silencio.Me giré hacia él, sonriendo apenas.—Un poco. P
POV de DIEGOEl viento golpeaba fuerte contra la ventanilla del auto mientras avanzábamos por la vieja carretera costera.El cielo se veía encapotado, anunciando una tormenta, pero de alguna forma, eso no me preocupaba tanto como el torbellino de pensamientos que llevaba dentro de mí.Adriana iba sentada a mi lado, con las piernas cruzadas sobre el asiento y su mirada perdida en el horizonte.No hablábamos.Pero no era un silencio incómodo.Era un silencio lleno de promesas no dichas.De decisiones que colgaban en el aire, esperando ser pronunciadas.Respiré hondo, ajustando mis manos al volante.Debía decirle.Debía hacerlo antes de que fuera demasiado tarde.—Adriana —rompí el silencio, mi voz un poco más áspera de lo que pretendía.Ella giró su rostro hacia mí, parpadeando como si la sacaran de un sueño profundo.—¿Sí?Apreté los dientes unos segundos, buscando las palabras.¿Cómo decirlo?¿Cómo confesarle que había encontrado algo más en el pueblo?Algo que podía cambiarlo todo.—
POV de AdrianaLa casa crujía con cada paso que dábamos.Era como si sus paredes, viejas y agrietadas, intentaran hablarnos en un idioma olvidado.Pero a mí no me asustaba.No ahora.Había algo en esa imperfección, en esas huellas del tiempo, que me hacía sentir… en casa.Caminé lentamente por el pasillo principal, mis dedos rozando la pintura descascarada de las paredes.Podía imaginarlo todo: los cuadros colgando, la alfombra deshilachada que encontraríamos en algún mercado de pulgas, las risas llenando el aire.Diego venía detrás de mí, cargando un par de mochilas.Nuestras únicas pertenencias, por ahora.—¿Estás segura de esto? —preguntó en voz baja, casi como si temiera perturbar la quietud del lugar.Me giré hacia él y asentí.—Nunca he estado más segura.Sonrió de lado, esa sonrisa que siempre conseguía que el mundo dejara de girar por un instante.Dejé caer mi mochila en el suelo polvoriento y avancé hacia una de las ventanas.La abrí.El viento del mar entró de golpe, fresco
POV de DiegoHabía algo especial en verla así.Descalza sobre el césped salvaje, con el cabello revuelto por la brisa del mar, la risa escapándosele de los labios sin ninguna contención.Adriana.Mi caos.Mi hogar.Apoyado contra el marco de la puerta principal, me permití un momento solo para observarla.A veces todavía me parecía increíble que estuviera aquí conmigo, que hubiera elegido esta vida loca, incierta y desordenada.Que me hubiera elegido a mí.—¿Qué miras? —gritó, deteniéndose para sonreírme con esa luz en los ojos que siempre me dejaba sin aire.—A ti —respondí, honesto, crudo.Ella rodó los ojos, divertida, pero no pudo ocultar el leve rubor que coloreó sus mejillas.—Deberías estar ayudándome a limpiar este desastre —dijo, señalando con la mano la maraña de ramas y maleza que cubría el terreno frente a la casa.Me encogí de hombros, sonriendo.—Ya voy, jefa.Caminé hacia ella, dejando que el sol cálido de la tarde me empapara los hombros.Cuando llegué a su lado, ella
POV de DIEGOEl sonido de la lluvia golpeando el techo era lo único que llenaba el silencio dentro de la casa.Me senté en el borde de la cama, encorvado, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza entre las manos.Todo lo que había construido con Adriana parecía pender de un hilo invisible que amenazaba con romperse en cualquier momento.La pelea había sido estúpida.Una tontería.Pero la rabia, el miedo, el cansancio… se habían mezclado como pólvora y chispa.Y ahora ella estaba abajo, en la sala, negándose a hablarme.Tragué saliva, sintiendo el sabor amargo del arrepentimiento ardiéndome en la garganta.No podía dejar que esto se quedara así.Me levanté y caminé hacia la puerta.Cada paso me pesaba como si cargara cadenas invisibles.Cuando llegué a la sala, la encontré sentada en el sofá, abrazada a una manta, mirando hacia la ventana empañada.Su cabello caía en desorden alrededor de su rostro, ocultando parcialmente su expresión.—Adriana —dije en voz baja.Ella no resp
POV de DIEGOLa camioneta rechinó al detenerse frente a la vieja ferretería del pueblo.Apagué el motor y me quedé un momento quieto, con las manos aún en el volante, mirando a través del parabrisas sucio.No había dejado de pensar en Adriana desde que salí esta mañana.Ella se había quedado en casa, aún algo cansada, pero insistió en que no me preocupara.Sonreí para mí mismo, recordando su expresión de esa mañana, medio dormida, su cabello alborotado y esa camiseta vieja que le quedaba enorme.Era, sin duda, la imagen más hermosa que había visto en toda mi vida.Suspirando, abrí la puerta y bajé.La campana sobre la puerta de la ferretería sonó cuando entré.El lugar olía a madera vieja, pintura y polvo.—¡Diego! —saludó el dueño, un hombre de bigote canoso llamado Roberto.—Buenos días, Roberto —respondí, acercándome al mostrador—. Vine por las herramientas que encargamos.—Ya las tengo listas. Dame un segundo.Mientras él buscaba en la parte trasera, mi mente volvió a vagar hacia