Narra OliviaEl aire de Royal Herd estaba enrarecido. Desde hacía semanas, un murmullo extraño me acompañaba en sueños... aunque últimamente ya no sabía distinguir si era un sueño, una visión, o simplemente mi propia mente quebrándose por tanto dolor.Extrañaba a Henrry. Aunque lo odiara, aunque me hubiese traicionado... extrañaba la sensación de tener un compañero a mi lado. Mis hijos estaban conmigo, sí, pero la soledad del alma es más pesada que cualquier carga. Y yo la llevaba como una condena.Aquella noche, la luna se filtraba por las ventanas del santuario cuando sentí un hormigueo recorrerme la piel. Como si algo invisible me acariciara los brazos. Caminé hasta el espejo de mi habitación, y lo que vi me dejó paralizada.Mis ojos habían cambiado.Por un instante, se volvieron negros como pozos sin fondo.Parpadeé.Y volvieron a la normalidad.—No... no puede ser... —susurré, apretando mis labios temblorosos.Entonces lo escuché. Una voz. No era mía. No era de mis hijos. Tampoco
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