Pablo se quedó sorprendido. Ella tuvo el valor de hablar y él... ¿la dejó en libertad? ¿Sería que…? No, ese hombre era incapaz de amar a alguien.
Se inquietó. Ahora más que nunca, no sólo estaba desconcertado, sino también inquieto.
Si Lizzy había tomado la decisión de irse de la casa, era porque tenía la seguridad de que él no arremetería contra Alfonso y su familia. Entonces, su teoría del amor de Federico no era tan descabellada.
De todas maneras, eso le dio una luz de esperanza. Si Lizzy había hablado y se había ido de la mansión, quería decir que aún lo quería a él … y que no podía estar con Federico.
Prendió un cigarrillo y sonrió, lleno de esperanza.
Del otro lado de la ciudad, alguien sentía todo lo contrario. Federico estaba roto por dentro. Tenía una mezcla de sentimientos tan fuerte que le impedía pensar con claridad. Estaba tan ensimismado que no escuchaba a Víctor.
—Señor Alvear, el avión está listo, y ya le enviaron su equipaje desde la mansión.
Federico seguía sin escuch