Buenos Aires, 2019 No sé qué me pasa. Apenas llevo unos días casada con Alan y sigo sin sentir nada. Creí, ingenuamente, que el tiempo podría moldear mis sentimientos, que el roce cotidiano terminaría por encender algo dentro de mí. Pero no. Venecia fue un calvario disfrazado de paraíso. Un escenario hermoso, con una historia que dolía. Él sabe que no lo amo. Lo presiente, lo intuye, y aun así insiste. Cada vez que me recuerda que soy su esposa, siento esa palabra como una jaula. “Mi esposa”. La pronuncia con una autoridad que me enferma, como si con ello pudiera poseer mi alma. Las noches con él se volvieron un suplicio: ansiedad, insomnio, ese temblor en el cuerpo que no es deseo, sino miedo. Papá sigue repitiendo que esto es lo mejor para mí. Pero ¿qué sabe él de lo que se siente morir en silencio cada día? A veces quiero gritar, pero la voz se me ahoga antes de salir. Eduardo, con su cariño rígido, cree hacerme un favor. Me habla de deber, de prestigio, de la mirada ajena. “
Ler mais