Buenos Aires, 2019
No pude dejar de pensar en lo que vi anoche.
O en lo que creí ver.
Desperté en medio de la noche, empapada en sudor.
El calor era insoportable, había olvidado encender el aire acondicionado.
Salí al balcón buscando un poco de aire, y entonces lo vi.
Una figura masculina, allí afuera, inmóvil entre las sombras.
Tenía las manos en los bolsillos y un cigarrillo encendido que se consumía lentamente.
El resplandor del fuego iluminaba apenas su rostro.
Parecía pensativo… nervioso.
Miraba hacia los costados, como si temiera ser visto.
Me froté los ojos una y otra vez.
No podía creerlo.
Era él.
Cuando notó mi presencia, levantó la mirada y me sostuvo la vista unos segundos.
Mi corazón latía con fuerza.
Corrí escaleras abajo, sin pensarlo.
Pero al abrir la puerta… ya no estaba.
El silencio de la calle era tan profundo que llegué a dudar de mí misma.
¿Lo soñé?
¿Tanto deseo verlo que empiezo a imaginarlo en todas partes?
Tal vez.
O tal vez el deseo es tan