Ambas se relajaron un poco al ver que era Héctor. Él, de inmediato, preguntó:—¿Ustedes dos estaban hablando hace un momento?—Lo siento... yo inicié la conversación. No es culpa de Perla —respondió Serena con rapidez.—Ya veo. ¿Podrías salir un momento, por favor? —dijo Héctor dirigiéndose a Perla, quien solo asintió con la cabeza y salió de la habitación.—Veo que te sientes cómoda con Perla —comentó Héctor, observando a Serena.—Sí… ella es amable, y me gusta hablar con ella —contestó, aún algo temerosa.—Me alegra que tengas a alguien con quien llevarte bien. Me gustaría que, algún día, tú y yo pudiéramos hablar de esa forma —dijo Héctor con una sonrisa suave.Esas palabras encendieron una chispa de esperanza en el corazón de Serena. ¿Podía ser que Héctor quisiera ser su amigo? Hasta ahora, ella lo veía solo como su amo, pues así había sido educada: obedecer, servir, no cuestionar. Para ella, la relación entre ambos era claramente de amo y esclava. Pero para Héctor, la situación er
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