11. El prodigio vs la asesina
No eran armas comunes: más delgadas que las espadas tradicionales, pero perfectamente equilibradas para la velocidad y el letal arte del asesinato. Serena sabía que con esas espadas podía derrotar a cualquier oponente. Eran las herramientas perfectas de quien alguna vez fue la sombra silenciosa de la muerte.
Anthony era un joven alto y robusto de 17 años, con músculos definidos por años de entrenamiento riguroso. Sus ojos azules le conferían un aire de misterio que lo hacía irresistible para muchas chicas, aunque su expresión seria y su lenguaje corporal transmitían un mensaje claro: mantente alejado. Había algo en él que hipnotizaba y repelía al mismo tiempo.
En comparación, Serena, que apenas alcanzaba el metro sesenta, parecía una niña parada frente a su metro noventa de estatura.
—Bien, ambos al centro —ordenó Melissa—. Las reglas son simples: el duelo se rige por el código de honor. No se permite atacar por la espalda, ni a un oponente desarmado o en desventaja evidente. Si alguno