Al día siguienteWashingtonWilliamsAyer, después de que Michael se retiró de mi casa, pude encontrarme con mi amigo Harry. Me mostró lo que hizo el falsificador; el trabajo era impecable. Ahora me dirijo a la oficina de mi abogado, James Sanders, aquí en Estados Unidos, para continuar con el resto del plan. En minutos entro en su buffet, me anuncio y su secretaria me indica:—Sr. Mckeson, por favor, acompáñeme. Lo espera el licenciado Sanders.—Williams, por favor, siéntate. Te estaba esperando —me recibe James, con su habitual calma que esconde su agudeza.—James, vamos al asunto en cuestión, ¿puede ser? —le digo, apoyando los codos sobre su escritorio, mirando los papeles.—Por supuesto, Williams. ¿Conseguiste lo que te pedí?—Aquí tienes los pagarés a mi favor, firmados por Lance. Comienza la demanda por incumplimiento de deudas, y además debes registrar la venta de sus acciones de la corporación Mckeson, pero a su tiempo —le explico, mientras dejo los documentos sobre la mesa.—M
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