Capítulo 3. Seré el propio diablo de tu infierno personal

Calli estaba demasiado aterrada, sentía sus piernas entumecidas, pensaba que podía caer desplomada en cualquier momento, no vio venir a los atracadores, a decir verdad ella no estaba acostumbrada al mundo exterior, ni a las maldades a las cuales podía estar expuesta una persona inocente, por eso caminó con confianza sin sospechar que sería objeto de ese ataque.

Por más gritos emitidos, nadie acudió en su ayuda para evitarle ser despojada de sus pertenencias, incluso sus zapatos también les fueron arrebatados, por ello quedó descalza, sin dinero, estaba aún sufriendo de la impresión, cuando un hombre apareció, con el susto no lo reconoció al momento, y empezó a correr pidiendo auxilio, creyó que se trataba de otro de los atracadores quien quizás se había regresado para causarle daño, él la alcanzó y la sostuvo en sus brazos, entretanto pronunciaba palabras tranquilizadoras.

La jovencita se relajó entre sus brazos, con su voz, su aroma, sus mejillas se sonrojaron, sentía su cuerpo arder producto de la vergüenza, por eso se apartó y se quedó de nuevo sorprendida, a ver esos  ojos tan impresionantes esa mezcla de avellana y verde, los mismos que conoció ese mismo día, cuando llegó al aeropuerto.  

—¡Es usted de nuevo! —exclamó casi sin aliento, porque le parecía una increíble coincidencia, venirlo a encontrar allí y precisamente en esas circunstancias.

—¡Sí! Nos volvemos a encontrar ¿Crees en el destino? —preguntó con voz ronca sin dejar de observarla con interés.

Ella se quedó por un momento en silencio, haciéndose internamente esa misma interrogante, hasta segundos después responder.

—No lo sé, nunca me he planteado esa pregunta en mi vida… No he tenido  oportunidad de hacérmela, me he criado prácticamente en un convento de monjas donde mis pensamientos se han limitado a las oraciones y a estudiar los principios cristianos… —se dio cuenta de que estaba empezando a hablar sin control y cerró la boca por un tiempo, sintiéndose un poco avergonzada—. Lo siento… Cuando estoy nerviosa, hablo más de la cuenta.

Él esbozó una sonrisa seductora, haciéndola sentir sobre saltos en su estómago, sin perder su vista de ella se acercó y en un tono de voz ronca que erizó toda su piel, agregó.

—Nunca te detengas cuando quieras expresarte, me gusta tu voz, es suave, dulce, arrulladora, por otra parte, me alegra haber estado en el lugar y en la hora correcta, porque así me he convertido oficialmente en tu salvador, a propósito soy Ares —mencionó extendiendo su mano.

Ella la vio por varios segundos, era grande, fuerte, de repente una escena de él recorriendo su cuerpo con esas manos, llenó su mente, percibió un cosquilleo en su cuerpo, lo miró a los ojos y se perdió en ellos, sumergiéndose en sus profundidades, sintió su boca secarse, era un hombre muy varonil, con un aura de poder.

—Yo soy… —tartamudeó dándole su mano—. Calliope Markou, aunque mi familia me llama Calli. Gracias por salvarme.

—No ha sido nada, ahora debo hacer el trabajo completo. ¡Ven conmigo!

Vio la duda en el rostro de la muchacha, por un momento un atisbo de molestia se agitó en su interior, no podía creer en tanta inocencia de la joven, incluso por un instante pensó que quizás ella estaba fingiéndose pura, ingenua, movió su cabeza de forma negativa.

—Puedes confiar en mí, soy un hombre de bien, nunca le causaría daño a una persona a quien ella o los suyos no me hayan atacado antes —las palabras del hombre causaron inquietud en Calli.

—Los míos y yo, también somos incapaces de dañar a otros —afirmó con inocencia.

» Y en cuanto a acompañarte, no tengo calzados —dijo señalando sus pies, dibujando un puchero.

Para Ares fue imposible, sentir una corriente de excitación, sin dejarla hablar por un segundo más se acercó tomándola en sus brazos, causando sorpresa en Calli.

—Está resuelto, no digas nada, pasa tus brazos por mi cuello para que te sostengas y no quiero escuchar ninguna protesta de tus labios, déjame a mí a cargo —expresó con firmeza.

—Pero, no creo…—antes de poder decir algo más, él le dio un beso, no muy profundo, dejándola sin palabras, pues era el primer contacto con los labios de un hombre, otra vez sintió su rostro arder y se quedó en silencio.

—Así está mejor, te ves hermosa sin protestar —habló sintiéndose eufórico, iba a ser muy fácil seducir a la princesa de los Markou—, cada vez que se te ocurra hacerlo, ya sabes cómo voy a callarte.

Atraer al sexo opuesto, nunca había sido problema para Ares Kyriakidis Sarria, pensó que está por ser una casi monja, podría presentar más resistencia, sin embargo, al parecer era más fácil a las demás. Pese a ello, su intención era enamorarla, hacerla por completo dependiente de él, para cuando terminara su relación, enloqueciera, quisiera morir y terminar lanzándose a las mismas aguas donde su hija pereció.

La subió a su camioneta y se acercó a ella, el corazón de la joven parecía querer salir corriendo de su pecho, lo miró al rostro y Ares sonreía con la expresión del gato de Cheshire, sintió su cuerpo estremecerse, no supo si de excitación o de temor, por un momento creyó la besaría, para su decepción lo vio tomar el cinturón de seguridad y colocárselo, para retirarse de manera inmediata.

Ares arrancó el auto, a pesar de estar pendiente de la vía, no pudo dejar de observarla por el rabillo del ojo, no obstante, se mantuvo en silencio, porque quería crear tensión en ella, después de diez minutos conduciendo se dio cuenta de que lo estaba logrando, ella se estrujaba una mano con otra y la postura de su cuerpo era de preocupación.

—No debí subirme a un auto con un extraño —señaló ella sin ocultar su angustia.

—¡Eso es totalmente cierto! ¿No te enseñaron eso tus padres? —el rostro de la joven palideció, fue notorio a pesar de la tenue luminosidad —. Pues, no debiste haberte subido a este auto conmigo, no vaya a ser que en algún momento de tu vida, termines arrepintiéndote.

Ella frunció el ceño desconcertada y no pudo evitar preguntar.

—¿Acaso eres un violador, secuestrador, asesino en serie? —preguntó asustada.

Él soltó una risotada.

—No soy nada de eso, pese a ello, igual no debes confiarte, soy un hombre con sed de justicia y estoy dispuesto a cualquier cosa para obtenerla —declaró de forma amenazante, Calli frunció el ceño sin entender ese cambio de actitud.

—No entiendo, ¿Por qué me dices eso? ¿Tienes algún problema conmigo?—preguntó con voz suave, con un rostro de preocupación.

«Tú y esa m*****a manía de no poder simular tus sentimientos, vas a tolerar a esa chica sin ningún sabor ni atractivo especial, porque no es justo que ella siga respirando mientras tu pequeña, ya no lo hace», se dijo apretando las manos en el volante con fuerza al mismo tiempo de rechinar los dientes.

—No me hagas caso, solo te revelo parte de mi personalidad, no estoy diciéndolo por algo en especial o alusivo a ti —sus palabras lograron tranquilizar a la chica.

—¿A dónde vamos? ¿Podrías llevarme a mi casa? —preguntó con timidez—. Aunque realmente no sé muy bien la dirección, mi sentido de orientación es nulo, me fui a los doce años, y antes de eso no vi la necesidad de aprendérmela, siempre estaban los choferes o mis hermanos y mi padre para trasladarme.

—No te preocupes, ya es muy noche, quizás mañana temprano, pueda llevarte y tú estés en mejor capacidad de recordar dónde está ubicada —respondió convenciéndola de inmediato por la coherencia en sus palabras.

—Está bien, muchas gracias, eres en verdad no mi salvador, pero sí mi ángel guardián, —pronunció con su sonrisa de inocencia, sintiéndose feliz por haberse encontrado a una persona tan generosa y amable después de lo sucedido.

«¡Maldita estúpida! ¡Tu ángel guardián! Seré el propio diablo de tu infierno personal».

Ella se sintió sorprendida cuando vio que entraban a un gran centro comercial.

—¿Está abierto a esta hora? —preguntó abriendo su boca de par en par.

—No, lo mandé  a abrir para ti, para que escojas los zapatos y todo aquello necesario para pasar la noche en mi apartamento —respondió el hombre con tranquilidad.

—Entonces, eso significa que eres alguien importante, porque no a cualquiera se lo abrirían tan fácilmente y menos a estas horas de la noche —habló, mirándolo con admiración.

Calli iba a agregar algo más, pero en fracciones de segundo, la tomó de la nuca y la besó, esta vez profundizó el beso, no fue necesario insistir para abrirse paso en su cavidad bucal, porque ella le dio acceso, al mismo tiempo llevaba una de sus manos al seno de la joven, acariciándolo por encima de la tela, quien al no estar acostumbrada a esas atenciones, sintió la excitación recorriendo su cuerpo, comenzó  a gemir y abrió las piernas, instante aprovechado por Ares, quien llevó su mano y las introdujo apartado su falda y la posó allí en ese recóndito lugar donde el fuego en Calli era más ardiente.

«Aquí te tengo, Calliope Markou, a mi merced y está es una oportunidad que Ares Kyriakidis Sarris, no piensa desaprovechar». Expresó mirándola con malicia.

«Cuando mejor es uno, tanto más difícilmente llega a sospechar de la maldad de los otros.» Cicerón.

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