Capítulo 3

—Hola señor Reynols, ¿podríamos conversar mañana? Vengo muy cansada, mi mamá estaba en el hospital. —pidió esperando un día más para la conversación que no quería tener.

—No se preocupe, seré muy breve —dijo él mostrando dos dedos casi juntos en la punta, mostrando que sería muy poco tiempo.

Danielle suspiró, no le quedaba más remedio que acceder. El señor Reynols la siguió dentro del apartamento y fue al grano nada más entrar.

—Como sabe, el contrato de alquiler expira dentro de una semana —El hombre hizo una pausa y continuó—, ya tengo un nuevo inquilino, y necesito que desocupe el inmueble sin tardanza al término del contrato.

Danielle le pidió que le dejara el nuevo contrato de arrendamiento a ella, pero él respondió que ya no le era posible, había firmado el nuevo contrato por un año y no podía dar marcha atrás, por más que ella le rogó, no accedió a dejarla de inquilina.

Danielle se quedó sin saber que hacer cuando el casero la dejó sola en la casa que había crecido y había sido feliz con sus padres. Cerró la puerta y fue hasta su habitación, sin encender la luz, se acostó en la cama con la ropa que traía puesta y también con los zapatos, cogió una manta y se tapó completamente sin dejar nada fuera, así dejó escapar su frustración, llorando hasta desahogarse, sacando fuera la muerte de su padre, la enfermedad de su madre, que no podía encontrar trabajo, y que tenía que abandonar su casa, perder todos los recuerdos felices de su niñez y adolescencia en aquella casa. Pensando que haría, se quedó dormida.

💗💗💗💗

Un día más perdido, se cansó de buscar trabajo, no entendía por qué no podía encontrar ninguno, sentía que todos estaban confabulados, uniéndose en su contra, ni siquiera pasar un rato observando a su madre, le subió el ánimo.

—¿Y qué tiempo llevas trabajando aquí? Te ves muy joven. —le decía Isabela, manteniendo una conversión con Danielle.

Isabela estaba ya en la clínica donde la cuidaban, ahora mantenían una mayor vigilancia sobre ella.

—No trabajo aquí, a veces vengo y leo para alguien que quiera escucharme. —respondió Danielle con un libro en las manos, levantando la vista hacia Isabela, que estaba acostada en la cama.

—Me gusta esa historia que estás leyendo, una mujer que supo superarse; si hubiese tenido una hija, me gustaría que fuera así, fuerte, que a pesar de los obstáculos, supo sobreponerse.

Danielle se quitó una lágrima que intentaba salir, la mujer del libro le recordaba a su madre, que batalló hasta el final con el alzhéimer.

—¿Desea que le lea algo más? —preguntó para tener algo que hacer y dejar de pensar tanto.

Con la negativa de Isabela de escuchar una nueva lectura, dejó el libro sobre la mesa y se quedó observando a su madre, quería quedarse un poco más a pesar de saber que Isabela vería muy extraño que siguiera en la habitación sin nada que hacer. Vio que ya estaba de más cuando Isabela bostezo y se estrujó los ojos con el dorso de una mano. Se despidió de su madre prometiendo regresar otro día para leerle un poco más, encontraría un buen libro, quizás uno de los favoritos de su madre.

Al llegar al edificio observó como algunos vecinos la miraban con lástima, ella los saludó y siguió sin decirles nada más, sentía que ya no era lo mismo desde que sus padres no estaban allí, pensó que quizás era bueno después de todo un cambio de casa, por eso nada más entrar tomó el teléfono en la mano y después de pasar el teléfono de una mano a otra, y para no arrepentirse, llamó a Timothy Hardwick.

—Creí que ya no querías el trabajo —comentó Timothy Hardwick después del saludo—, incluso busqué a otra chica.

—¿La encontró? —preguntó ella mordiéndose una uña nerviosa, esperando no haber perdido otra oportunidad.

Timothy Hardwick permaneció un momento en silencio, alargando la tortura de Danielle.

—¿No me hará esperar más tiempo? Huddleson estará aquí en menos de un mes, ya perdió días que no podrán recuperarse.

Danielle rodó los ojos, ¿había encontrado otra chica o no? Solo quería saber eso.

—Estaré ahí cuando usted me diga. —respondió antes de arrepentirse.

—Muy bien, mi esposa comenzará con el entrenamiento mañana, la estará esperando a las nueve de la mañana, no llegue tarde.

Danielle respiró profundo, iba a engañar a un hombre haciéndose pasar por otra persona, esperaba que Micaela Hardwick le diera buenas lecciones y no se delatara el primer día de conocerlo.

💗💗💗💗

Danielle se preguntaba con sarcasmo de cuántas formas se podía tomar un té, si lo único que tenía que hacer era llevarse la taza a la boca, poner un labio en cada lado de la taza y tomarse el brebaje. Dio un salto en la silla, botando el líquido en la ropa y en el brocado de la silla en la cual estaba sentada, Micaela acababa de gritarle que la sujeción de la taza estaba mal.

—¿Cómo puede estar mal? La tengo sujeta por el haza de la taza con mucho cuidado —dijo Danielle, tomando algunas servilletas para limpiarse la ropa y la silla, con una sonrisa pícara, bromeó—, mira, incluso tenía el dedo meñique levantado, como la realeza.

Micaela la miró enojada, con fastidio, creyendo que la chica era un poco tonta. Dando en la mesa con una mano y asustando de nuevo a Danielle que dejó caer la taza en el piso, gritó:

—¡Así no se toma el té!

El rostro se le puso rojo al escuchar el sonido que hizo la taza al caer en el piso.

—Esa taza es muy cara, tú nunca podrás pagar una ni aunque te pases la vida trabajando, ¡rompes una más y te la descontaré del dinero que te dará Timothy por el trabajo!

A Danielle se le borró la sonrisa de la cara pensando que esa mujer estaba un poco loca,y que se creía que era de la realeza británica o vivía en la época victoriana. 

«No somos ingleses, y vivimos en una época moderna donde no es imprescindible ser un experto en la forma de tomar el té,  mujer loca» pensó Danielle y se arrodilló a para recoger los pedazos que quedaron cuando cayó la taza al piso. 

Sin levantar la vista sentía la mirada de desaprobación de Micaela sobre ella, con un pedazo muy pequeño de la cerámica se pinchó el dedo índice cuando trató de cogerlo, y se llevó el dedo a la boca para quitar la gota de sangre que le salió en la punta del dedo que se lastimó. Micaela solo parloteaba quejándose del trabajo que le esperaba.

—Si al acabar el día no has aprendido nada, tendré que contratar a alguien profesional que pueda lidiar con tu poca capacidad de aprendizaje.

Danielle apretó los labios para detener la respuesta que le tenía a aquella señora tan desagradable, se demoró un poco recogiendo los pedazos de cerámica, se levantó del piso cuando ya no podía fingir que recogía algo más y pidió permiso para botarlo a la basura.

Micaela la despidió con un gesto de la mano, y le pidió que no demorara, tenían mucho trabajo que hacer todavía.

—¿Te está haciendo pasar un mal rato? —preguntó una de las chicas del servicio.

Danielle respondió con una pregunta de dónde estaba la basura para poder botar los restos de la taza, no conocía a la mujer para hablar de Micaela.

La mujer le señaló el cesto de basura y cuando Danielle regresaba al salón con la señora Hardwick, la chica le dijo susurrando:

—Estamos a través de ti, disfrutando del malestar de la señora.

Danielle la miró elevando una ceja, no esperaba que le dijera esas palabras.

—No creas que somos malas personas, pero ella es muy mala.

Danielle nuevamente no respondió, aparte de que no le gustaba hablar de otras personas, no conocía al personal de la casa, muy bien podrían estar de parte de Micaela y estar poniéndola a prueba. Ella siguió caminando hacia la habitación donde le estaban enseñando a tomar el té, esperando que Micaela Hardwick ya no estuviera interesada y hubiera cambiado de actividad. Danielle esperaba para ese primer día, mucha información relevante sobre Berenice, eso era lo importante que debería estar enseñándole, no como preparar una taza de té y como tomarla, ¿las personas se fijaban como otra persona tomaba una taza de té? Se preguntaba Danielle mientras entraba a la habitación. La mandíbula de ella cayó cuando abrió la boca por la sorpresa, Micaela estaba sentada donde mismo y le había puesto otra taza donde ella estaba sentada.

«Dios, que mujer tan intensa, ¡No más té, por favor!» Pensó Danielle con horror, no le gustaba la bebida, y hoy había tomado por los años que había dejado de hacerlo «¿Sí fijo un desmayo, está mujer cambiará de actividad? Me conformo con una clase de bordado»

—Vamos, vamos, no tenemos toda la vida para que aprender, aunque sea lo mínimo sobre el té. —la apresuró Micaela.

Danielle se dejó caer en la silla y Michael la miró con horror.

—Por Dios, ¿qué he hecho para merecer esto? ¿Timothy no pudo buscar alguien mejor?

Danielle se preguntaba lo mismo, no sobre su persona, sino el por qué no le toco alguien con más sentido común.

—¿Ya comenzaré a conversar sobre Berenice? —preguntó esperanzada.

Su ánimo decayó cuando le respondieron que no, que tenía que aprender muchas cosas aún para llegar a aprender las buenas costumbres de la hija bendecida por el altísimo.

                        💗💗💗💗

—¡Maximilian!! Llevo más de cinco minutos tratando de llamar tu atención,  ¿Dónde tienes la cabeza? —preguntó Teresa con fastidio,  le hablaba a su hijo y no le prestaba atención, llevaba mucho tiempo en balcón mirando la ciudad. 

Maximilian escondió en el bolsillo de la americana la fotografía que tenía en la mano, no quería ver como la cara de su madre terminara en un rictus de tristeza al ver lo que hacía. 

—¿Qué pasó, madre, para que me llames a gritos?  —preguntó Maximilian con voz calma inclinando la cabeza hacia su madre.

—Esta mañana recibí una llamada de ese hombre odioso, con el cual quieres emparentarnos, según él,  no podía ponerse en contacto contigo. —respondió Teresa haciendo muecas de desagrado. 

—¿Te dijo que quería? 

—No, y como no quería escuchar su voz, le dije que no vendrías a la casa en varios días.

Maximilian negó con la cabeza,  su madre desde un principio sintió desagrado por la familia Hardwick y todo lo que tuviera que ver con ellos, por eso trataba de solucionar los problemas con ellos lejos de su presencia.  Tomó un suspiro profundo y dándole las gracias a Teresa fue a su despacho, creía que era mejor salir de Timothy Hardwick de una vez.

—¡¡Maximilian, que bueno que llamas!! —saludó Timothy fingiendo alegría.

—¿Qué quieres, Timothy? ¿Cuál era la urgencia que no podía esperar y tuviste que llamar a mi madre? —demandó Maximilian una respuesta no correspondiendo la alegría del otro hombre. 

—Era muy importante,  no podía esperar, y tú,  no respondías a mi llamada. —contestó Timothy Hardwick—, solo quería darte la buena noticia de que mi pequeña, ya está en casa.

Maximilian rodó los ojos, ¿esa era una buena noticia? 

—¿Y cuál era la urgencia? —preguntó más que fastidiado. 

—Pensé que te gustaría saberlo y hacernos una visita. —indicó Timothy con esperanza. 

—Ahora no puedo,  ya te dije cuando podía ir, Timothy,  nos vemos en un mes.  —dijo Maximilian y colgó sin esperar una respuesta. 

Maximilian se quitó una mota imaginaria en la americana;  para él, tener que lidiar con los Hardwick era un sacrificio muy grande,  pero tenía que resistir, aguantar hasta lograr su objetivo. Sacó la foto del bolsillo y mirándola, dijo murmurando:

—Iré por ti, y vas a pagar. 

 

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