CAPÍTULO 2

 olor a alcohol combinado con el éxtasis hace que el aire se sienta más fuerte y pesado a cada paso que doy al caminar. Al mismo tiempo, admiro a las bellezas que hay a mi alrededor.

Me acerco a mi hermano, pero no le comento nada sobre Mía, pues esta vez mi odiosa rival me dejó sin palabras al haberme dejado en claro que tiene un cuerpo de infarto.

—¿Qué pasa con esa cara? —No respondo—. Anda, hermano, quita esa cara y mejor diviértete —grita con emoción y bebe una copa de vodka.

—Tienes razón —contesto en el mismo tono y salgo de mis pensamientos.

Alex y yo bebemos varias copas, así que gracias a eso él empieza a conversar con una rubia muy hermosa y me deja solo con su amigo, quien en poco tiempo también se aleja con una morena. Empiezo a sentirme algo extraño; mi cuerpo está algo caliente y no creo que sea a causa de las copas que bebí, ya que fueron pocas. Al pensar que es gracias a la bebida, busco una habitación desocupada para poder descansar un poco hasta sentirme mejor. Hallo una y la cierro con seguro. Siento un calor infernal que no sé por qué surgió. Tendré que esperar para que se me pase para salir de este dormitorio. Si no fuera por esto, ya estaría con un bombón en algún sitio de esta casa.

—Te estuve esperando —habla una voz familiar—. No fue tan difícil darte más de esto. Pensé que no te harían efecto, pero... valió la pena esperar un poco.

—¿Tú?

Palidezco al reconocer su voz.

—Hola, Gabriel. —Camina hacia mí—. No sabes cuánto te extrañé.

—¡Aléjate de mí! —ladro.

Busco la salida con torpeza.

—No, Gabriel. —Me agarra del brazo para alejarme de la puerta—. Me necesitarás para que tu cuerpo se sienta mejor. Con mucho... placer te ayudaré.

¡No! ¿Cómo diablos me pasa esto a mí?

La empujo para intentar alejarla de mí, pero mis movimientos son tan torpes que solo tropiezo con mis propios pies.

Joder, debo salir de aquí, ¡no debo dejar que esto pase de nuevo!

<MÍA >

Sin saber por qué motivo o razón, recuerdo mis años de colegio. Era una adolescente sin preocupaciones de ningún tipo. En ese entonces salía con el hermano de mi mejor amiga.

Suspiro, nostálgica.

A veces desearía volver a ser una adolescente que era mimada por sus padres.

Dejo a un lado mis pensamientos para seguir guardando mis cosas. Cesia fue invitada a la fiesta de un viejo compañero suyo llamado Alejandro, por lo que, cuando llegamos, él la recibió con los brazos muy abiertos. Lo digo de esa forma porque era tan obvio que la quería coger que no podía ocultarlo.

—Mía, ¿por qué desapareces así?

Cesia entra a la habitación y finge estar molesta.

—¿De qué te enojas? —suelto sin importancia—. Tú lo haces siempre cuando te vas con el primero que conoces en una noche.

—Eso no es cierto —replica, ofendida—. Siempre estoy contigo, jamás te he dejado sola cuando salimos.

—Por favor —gorjeo—. Es más, no sé qué haces aquí. ¿No estabas acompañada hace un rato?

—Uhm, ¿no te enojarás conmigo?

Juega con la perilla de la puerta.

—Tranquila. —sonrío con amabilidad—. No tienes de qué preocuparte, ya estaba por irme. Vete y pásala bien.

—Si tú lo dices —acepta, emocionada—. ¿Sabes? Creo que estás muy estresada. Deberías tener una rica noche como yo la voy a tener. De vez en cuando no te hará mal, amiga.

—Sabes que no puedo —le recuerdo.

—¡Ay! No seas mojigata, amiga. —Abre la puerta—. Sabrá Dios cuántas telarañas tendrás ahí abajo por no darle uso.

—Hija de…

—¡Nos vemos, amiga!

Se carcajea al salir y cierra la puerta, dejándome sola. Sin poder evitarlo, me río mientras, de forma negativa, muevo mi cabeza a los lados al ver que mi amiga no tiene remedio alguno. Es un caso perdido. Después hablaré con ella, claro, si es que logro ubicarla mañana, algo que será imposible, ya que apaga su celular para que nadie la interrumpa. Termino de arreglarme y ya tengo mis cosas empacadas. Las tomo para salir de la casa. Apenas salgo de la habitación y por poco casi choco con una pareja que están tan ebrios que se apoyan el uno al otro.

—Oh... p-perdón, cre-creímos... que no había nadie —balbucea el joven a causa del alcohol.

—Pueden ocuparla

Me hago a un lado para que entren.

—Gracias, señorita.

Ambos están demasiado ebrios. Además, puedo notar que se acaban de conocer y solo tendrán una noche de sexo pasajera, aunque por la forma en que hablaban y se movían no llegarán a eso. Sigo mi camino. Mientras camino, me coloco mis auriculares inalámbricos. Detengo mis pasos al escuchar una voz conocida, demasiado, diría yo. Cada vez que la escucho me causa irritación.

—Admítelo, Gabriel. —Escuchar la voz de otro hombre llama mi atención—. Te gusto, no puedes negarlo. ¿Recuerdas esa noche de sexo que tuvimos? —¿Acaso escuché mal?—. Admítelo.

—¡Aléjate de mí! —grita Gabriel, cabreado—. Yo jamás tuve nada contigo. ¡Soy un hombre en todos los sentidos!

Decido echar un vistazo para saber qué pasa ahí adentro. Será algo muy interesante, incluso podré utilizarlo a mi favor para fastidiar a Gabriel. Lo mejor es que está presente para magnificar el momento. Abro un poco la puerta e intento ver adentro para ubicarlos, pero todo está oscuro, hasta que una pequeña luz aparece desde la ventana. Logro ubicar a Gabriel sin que se dé cuenta.

—¡No voy a aceptarlo! ¡No lo aceptaré! —le gruñe el chico que está en el otro extremo—. ¿Sabes qué? Le diré a todos lo que pasó entre nosotros. Tu preciado apellido quedará manchado para siempre.

—¡Te juro que te mataré, maldito! —sentencia Gabriel entre balbuceos y trata de mantenerse de pie, pero le es imposible.

El chico se le acerca para luego colocar sus manos en su pecho mientras sube y baja sus dedos.

Estoy más que sorprendida por lo que veo y escucho. El tan importante y orgulloso Gabriel Hoffman folló con otro hombre. ¡Es algo increíble de creer!. Esta es mi oportunidad. Saco mi celular y grabo todo, se que no debo pero sin evitarlo me burlo al verlo en esa posición tan comprometedora. El chico se le acerca y después lo besa. Esbozo una enorme sonrisa por tener esta evidencia entre mis manos. Esto es una mina de oro para muchas personas, incluyéndome. Con este video podré arruinarlo, incluso su bendito prestigio de magnate que tanto cuida. Esto en verdad será una bomba para la familia Hoffman; el primogénito adorado de la familia está enredado con un hombre. En definitiva, tengo que sacar provecho de esta situación, algo debo de obtener.

—Vaya, Gabriel, no sabía que eras como yo —me burlo al entrar—. No puedo creer que seas gay.

—¿Tú también? —Su rostro pierde el color natural cuando me ve—. No es cierto… Solo esto me faltaba —murmura con dificultad—. V-Vete, no tienes…

—Yo que tú cierro la boca Gabriel —advierto—. Mira que esta escena es muy comprometedora para ti.

El chico que lo acosa, al verse acorralado, se tira por la ventana.

Me asusto al pensar que se mató, dado que estamos en el segundo piso. Corro hacia la ventana para ver su cadáver, pero al buscarlo solo atisbo cómo se pierde entra la multitud mientras corre. Suspiro con alivio. La estupidez que hizo no pasó a más.

Observo de arriba abajo a Gabriel. En efecto, ese chico lo drogó sin que él se diera cuenta.

—¿Qué esperas para bañarte? ¿O es que quieres que lo haga por ti también? —Trato de contener mi burla.

Cuando lo veo entrar a lo que parece un baño, me pongo mis auriculares para poder distraer mi mente un poco. Esperaré que salga de la ducha. Cierro mis ojos y me concentro en la música. Esto no es de mi incumbencia y no debería estar aquí. Dejo de cavilar al tener presente que él es mi enemigo y me dejo llevar por la música. No sé cuánto tiempo permanezco acostada en la misma posición, hasta que siento un par de gotas de agua que caen en mi rostro.

Detengo mis pies al compás de la música.

Nuestros ojos no dejan de contemplarse por ningún momento. Su cabello rubio ahora está más oscuro por habérselo mojado, su piel escurre gotas de agua, pues no se secó como debía, y sus ojos tan azules como el mar se fijan en mis labios.

—¿Te puedes quitar?

—No —farfulla—. Ahora mismo me dirás qué es lo que quieres para mantener tu boca cerrada —susurra cerca de mis labios.

—Así que directo al grano, ¿eh?

No deja de ver mis labios.

Su respiración es más acelerada con cada segundo que pasamos en la misma posición; él sobre mí y yo debajo de su cuerpo. Me pregunto si siente atracción por mí. Por su mirada y por lo que siente empiezo a creer que sí.

—¿Qué quieres? —inquiere de nuevo y roza sus labios con los míos.

Le correspondo como si quisiera probarlo.

No sé qué me pasa.

Me tienta a continuar con los roces y yo le incito a no detenerse.

Tomo el valor de no caer en sus brazos y hablo:

—Primero que todo, quítate, porque por más que lo intentes no voy a caer en tus juegos.

—¿Segura? —Dudo cuando sonríe—. ¿Acaso no deseas continuar?

Demuestra la lujuria en su mirada, pero, al ver que hablo en serio, se aleja de mí, vuelve a colocarse de pie y se acomoda en el sofá. Entretanto, seca su cabello con una toalla.

—¿Y bien? —cuestiona con normalidad—. ¿Qué quieres?

Tengo que preguntárselo.

—¿Eres gay? —suelto sin tapujos.

—¡No! —responde al instante.

—Entonces, ¿qué hacías…?

—No es de tu incumbencia —espeta.

—Bien. —Agarro mis cosas—. Mira mañana las noticias, verás el video que grabé de ti y de ese chico muy amorosos hace media hora.

—¡Espera!

Detengo mis pasos frente a la puerta y guardo silencio para escuchar lo que quiero oír de sus labios. Sé que no permitirá que me vaya como si nada al saber que podré ponerlo en ridículo frente a muchos.

—Hablemos, ¿sí?

Cierro la puerta y dejo mis cosas en el suelo, me doy la vuelta y me posiciono frente a él. Mi cercanía lo pone muy nervioso, o tal vez sea por estar en esta situación tan comprometedora con aquel chico.

—Creí que sería difícil sacarte de mi camino —rompo el silencio entre ambos—, pero con este video de ti siendo besado por otro hombre… —Me emociono sin evitarlo—. ¡¿Te imaginas?! Dios, tengo una mina de oro en mis manos.

Le muestro el vídeo donde es besado por el joven. Por su puesto, de inmediato trata de tomar mi celular y empieza a forcejear por él. Logra quitármelo.

—A ver si ahora puedes hacer algo —dice, victorioso.

Destruye mi celular con una enorme sonrisa.

—No importa. —Me encojo de hombros—. Por si las dudas, envié ese video a mi otro correo.

Frunce el ceño y suelta un suspiro amargo. No se lo esperaba. Se deja caer sobre el pequeño sofá con frustración al verse acorralado por mí. Cuando me mira, sus ojos destilan tanto rencor que hace que me burle de él.

—¡Ash! ¡¿Qué quieres?! ¿Dinero? ¿Bienes? ¡Dímelo!

—Ay, mi querido Gabriel —gorjeo al ver lo desesperado que está—. Sabes que no necesito dinero ni propiedades porque también tengo mi propia fortuna, pero no te preocupes, no le diré a nadie sobre tu “problema” amoroso —expreso con burla en cada palabra.

Nunca imaginé que Gabriel estaría en mis manos con tanta facilidad. Este es el momento más feliz de mi vida. Me siento superior a él al saber que lo tengo en mis manos y que no puede hacer nada para salir de este lío.

—Habla ya. ¿Qué quieres? —masculla.

Ya tengo algo en mente para él.

Me acerco con lentitud para luego sentarme en sus piernas. Está escéptico. Rodeo su cintura con mis piernas y mis manos rodeaban su cuello para atraerlo hacia mí. Mis dedos cuelan debajo de su toalla para sentir su erección y lo masturbo. Su respiración se acelera; eso me gusta. Ahora estoy segura de que me quiere en su cama.

—Quiero que seas mi esclavo. —Muerdo el lóbulo de su oreja con suavidad—. Esa es mi petición, Gabriel. —Reparto besos por su cuello.

—¿Qué? —Trata de concentrarse, pero le es imposible.

Sonrío, satisfecha, al sentir su miembro erecto debajo de mí. La excitación invade cada poro de mi piel. Ahora mismo tengo tantas ganas de saber lo que se siente tener algo con mi rival y el deseo me gana poco a poco.

—No me agradas en lo absoluto, Gabriel. Tampoco te agrado, o es lo que aparentas.

—No me desagradas. Te odio —recalca con frialdad.

—Bueno, yo tengo un gran capricho… y creo que tú podrás complacerme y ayudarme con él.

—¿Y cuál es ese capricho que la señorita desea cumplir? —indaga con sarcasmo.

Aprieto con fuerza su virilidad.

Jadea.

—Saber hasta qué punto soy capaz de soportar los más sublimes placeres del sexo. Al pensarlo bien creo que lo sabré mejor si es con mi rival.

—Es absurdo —ríe.

—No, mi Gabriel. Tú mismo lo has dicho, me odias, pero no te desagrado como mujer.

—Eso no tiene…

—Así que, de ahora en adelante, harás lo que yo te diga, cualquier cosa —sentencio cerca de sus labios, excitada por probarlos.

Empieza a carcajearse como si lo que yo dije fuera una broma para él, pero en realidad es una fantasía que se me ocurrió mientras estaba acostada.

Me alejo para verlo a la cara y saber por qué se ríe con tantas ganas.

—Si querías una sirvienta, lo hubieras pedido antes. —Trata de controlar su risa.

Cabreada, golpeo su cabeza. Me mira, sorprendido y enfadado por mi acto. Odio que no tome en serio mis palabras, y es por eso que no lo soporto, porque es un idiota que no tiene razonamiento de ningún tipo. Jamás hago bromas y menos con algo así. Él cree que soy ese tipo de mujer que bromea con todo.

—¿Acaso no entendiste? Serás mi esclavo en todos los sentidos, así que prepárate —advierto—, porque tengo una larga lista para ti. Si no la cumples, atente a las consecuencias.

Me pongo de pie.

—¿Adónde vas? —curiosea al ver que tomo mis cosas.

—¿No es obvio? A mi casa.

—Eso significa…

—En unos días te llamaré, así que ya sabes.

Me le acerco de nuevo.

Esta vez uno mis labios con los suyos en un delicioso y voraz beso que corresponde de inmediato. Al separarnos, estamos sin aliento. La verdad es que me gustó mucho su forma de besar.

Algo me dice que esa atracción por mí nos llevará muy lejos, pues yo me la pasaré exquisitamente bien con él.

—No sabes cuánto ansío que ese día llegue. —Lamo mis labios y saboreo el beso—. Nos vemos, mi esclavo.

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