La mujer que no volvió
Después de un aborto espontáneo, salí sola de la sala del hospital, buscando a Andrew Merino, a quien vi fuera de la oficina del médico. Sin embargo, justo cuando alcé la mano para llamar a la puerta, escuché su conversación.
—Quítenle el útero a mi esposa. No necesito que me dé ningún hijo —dijo Andrew, mientras acercaba al médico a la mujer que estaba a su lado y le pasaba la mano por el vientre—. El hijo que lleva en el vientre debe salvarse a toda costa. Es mi único heredero.
Esa mujer me era más que familiar. Shaina Villena, la secretaria de Andrew desde hacía tres años.
—¡Usen los mejores medicamentos! —insistía Andrew, con seriedad y cierto nerviosismo—. ¡No permitiré que ocurra ningún accidente!
Bajé la mano con lentitud, sintiendo cómo todo mi cuerpo se desmoronaba, como si hubiera caído en una cama de clavos.
Jamás imaginé que el hombre con quien había compartido la almohada durante tantos años, me trataría de esa forma tan cruel, justo en el momento en que acabábamos de perder a nuestro hijo.
Nunca pensé que mi confianza en él se convertiría en la cuchilla que terminaría por destrozarme el corazón.
Dicen que la forma más pura de amar es saber dejar ir… sobre todo, si eso significa cumplir con los deseos de esa persona que amas.