La esposa mimada del Sr. Arciniega
La traición de su prometido y de su propia hermana, sumada a la parcialidad de sus padres, dejó a Adelina Mendívil en su peor momento. Justo entonces, como caído del cielo, apareció él, Belisario Arciniega. Un hombre que, con tan solo pisar fuerte, podía sacudir por completo a Ciudad Jacaranda. Y fue él quien le dijo:
—Cásate conmigo. ¡Puedo darte la felicidad que nadie más podría ofrecerte!
Después de la boda:
—Sr. Arciniega, la hermana de su esposa la está acosando.
—Fírmenle un contrato de representación y que mi esposa sea su jefa.
—Sr. Arciniega, su abuelo le ofreció dinero a su esposa para que se aleje de usted.
—¿Lo aceptó?
—Lo tomó, pero dijo que no era suficiente.
—Entonces ve y llévale más. —Él hizo una pausa—. Y pídeselo a mi abuelo.
—Sr. Arciniega, hay quienes afirman que su esposa no está a su altura.
—Sí, es cierto… yo soy quien no está a la altura de ella.
Con el tiempo, toda Ciudad Jacaranda supo que Belisario Arciniega tenía una esposa a la que consentía hasta la locura, sin límites ni mesura. Sin embargo, pocos imaginaban que aquel verano, cuando él atravesaba la alameda y ella corrió a refugiarse entre sus brazos, bastó una sola mirada… para toda la vida.