CAPÍTULO 91.
El tiempo en Valragh continuaba su curso, pero, a pesar de los esfuerzos de Kael por hacerla sentir segura, Lina no podía escapar de las pesadillas que la acosaban en las horas más oscuras de la noche. Aunque los días eran tranquilos, llenos de pequeños momentos de felicidad, las noches eran más difíciles. La paz era a menudo quebrantada por pensamientos intrusivos que no podía apartar.
Esa noche, mientras Kael estaba fuera con los demás miembros de la manada, Lina se encontraba sentada en la mecedora junto a la ventana. El frío había comenzado a calar más profundo, y el viento golpeaba suavemente las paredes de la cabaña. Su vientre, ya más pronunciado, se movía ligeramente con los suaves movimientos de los bebés, pero en su corazón, algo no estaba bien.
Se apoyó con ambas manos sobre su abdomen, observando el fuego que ardía en la chimenea. Las llamas danzaban, proyectando sombras largas y distorsionadas en las paredes. En su mente, una imagen surgió con fuerza, tan vívida como un s