CAPÍTULO 90.

Kael permanecía de pie en la sala blanca, con los puños cerrados y la mandíbula apretada. Podía oír el débil latido del corazón de Lina al otro lado de la puerta, y sin embargo, sentía que el suyo iba a estallar. Confiaba en la doctora Elvira; no solo era médico obstetra, sino también una reconocida especialista en embarazos de alto riesgo. Si alguien podía ayudar a Lina en ese momento crítico, era ella.

La doctora salió de la habitación, cerró la carpeta con suavidad y se acercó a él. Tenía los ojos cansados y la voz medida, como si las palabras le pesaran.

—Kael... —comenzó con cautela—. Ya tengo los resultados. Y necesito que escuches con atención.

Él asintió, sin hablar.

—Lina tiene hipertensión pulmonar. Las arterias de sus pulmones están tan estrechas que su corazón debe esforzarse el doble para bombear sangre a través de ellas. Esto ya sería grave en cualquier paciente… pero en una embarazada de gemelos, es mucho peor.

Kael sintió un vacío en el pecho.

La doctora bajó la mirad
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