CAPÍTULO 46.
El aire entre ellos se volvió denso, cargado de algo primitivo e irresistible. Sus miradas se entrelazaron, y un calor abrasador comenzó a recorrer sus cuerpos, encendiendo cada fibra de su ser.
Lina sentía una electricidad recorrer su piel, esa atracción ardiente que la empujaba hacia Kael como si fueran dos imanes condenados a encontrarse. Él también lo sentía; lo veía en sus ojos oscuros, en la forma en que su pecho subía y bajaba con respiraciones entrecortadas.
Se deseaban. Se buscaban.
Era imposible ignorar la química, la tensión que se había construido entre ellos desde el primer momento. Kael inclinó el rostro, y Lina cerró los ojos cuando sintió su aliento cálido rozarle los labios.
Apenas un roce, un contacto fugaz, y todo su cuerpo se estremeció.
Kael la atrajo hacia sí con una fuerza tierna, firme, como si no pudiera resistirse a su presencia un segundo más. Sus manos recorrieron su espalda con una caricia que la hizo estremecer. Lina sintió la calidez de su aliento en su