El viejo almacén tenía las ventanas cubiertas con lonas negras.
Dentro, un sobre encima de una mesa oxidada, Isabella desplegó un plano digital y conectó su tablet táctica a la red segura. Mostrándoselo a los demás del equipo.
Vanessa se paró junto a ella, revisando los datos.
—La Red opera desde múltiples puntos — explicó Isabela—. Pero su núcleo está aquí.
Tocó un punto en el mapa.
— Un complejo industrial abandonado en las afueras de la ciudad, encubierto como una planta farmacéutica clausurada.
Hay cámaras térmicas, drones de vigilancia y personal armado.
—¿Y dentro? — preguntó Vanessa.
— Laboratorio subterráneo. Según los satélites, al menos tres niveles.
Aquí — señaló— hay una cámara criogénica. Y aquí, lo que parece ser un quirófano clandestino.
Vanessa frunció el ceño.
—¿Y los niños?
— Los tienen en el nivel – 2. No sabemos cuántos. Pero Elías dijo que soñaba con otros como él. En celdas blancas. Eso nos da una pista del entorno.
—¿Quién Cómanda la base? — preg