LA HERENCIA DE LA LUX
La puerta explotó. Y el humo se disipó.
El equipo entró en formación.
Vanesa primero.
Rayan al flanco.
Fabio con el escáner.
Sebastián al centro.
Y al fondo… Isabela.
Luz viva caminando hacia la oscuridad.
Elías estaba en una cápsula transparente, flotando.
Sus ojos cerrados, su pecho latiendo despacio…
Y a su lado, con la mano sobre el cristal:
Noctis.
Alto.
Envuelto en una túnica negra que parecía líquida.
Sus ojos, tan negros como el universo antes del primer sol.
Y su sonrisa…
lenta.
—Llegaste —dijo, como si hablaran cada noche—.
Hermana
Isabela apretó los dientes.
—Suéltalo.
Él no es parte de tu condena.
Noctis ladeó la cabeza.
—¿Y no lo es?
Tú y yo éramos uno.
Y luego me dejaste en la sombra.
Él es tú hermano … sin errores.
Sin abandono.
Yo… soy lo que nunca quisiste que existiera.
Rayan levantó su arma.
—Danos al niño, o acabamos esto aquí.
Noctis extendió una mano.
Y todo el cuarto tembló.
Las paredes vibraron con una energ