NARRADO PO ELIZABETH
A la mañana nos levantamos temprano, pero hoy me sentía cansada, muchos recuerdos comenzaban a invadirme, pero intenté ignorar absolutamente todo, ignorar las amenazas e ignorar mi dolor.
Esperé hasta que él llegara del trabajo, cuando llegó me acerqué a él para abrazarlo.
Dimitri no me soltó de inmediato. Su abrazo era un muro, un escudo, y, al mismo tiempo, una jaula suave de la que no sabía si quería o podía escapar. Sentía su calor a través de la ropa, el latido de su corazón contra mi mejilla. Un latido firme... constante... como si quisiera transmitirme su fuerza por contacto.
Yo cerré los ojos, buscando ese sonido como quien se aferra a una cuerda en medio de un mar bravo.
—No sabes lo que haces cuando me miras así —murmuró, sin apartarse.
—¿Así cómo? —pregunté, sin fuerzas para abrir los ojos.
—Como si necesitases que te salvara y, al mismo tiempo, temieras que lo hiciera —su voz fue baja, grave, como si estuviera confesando algo que no quería dec