capítulo XXXIX: Sólo hay una persona

Sin detener sus movimientos un solo segundo, entró a la casa. Un poco más lento, Tomás se apresuraba en mantener la distancia corta. Como era costumbre para los soldados, no pasaron ni cinco minutos cuando volvió a salir; pero esa vez, Tomás no fue capaz de seguirle el paso. Con la boca aún repleta, masticando entrecortadamente. Cerró la puerta y comenzó a correr para alcanzarlo. Pero no llegó muy lejos cuando sintió un golpe en la espalda. Se detuvo, volteando lentamente con las mejillas infladas. Barrió su vista por el lugar y al no ver nada siguió caminando.

En ese momento su padre ya había tomado ventaja. Estaba por correr de nuevo cuando sintió otro golpe. En el techo, Isaac recibía las piedras que Samuel le pasaba, tiró otra. Dándole justo en el estómago. En el instante en que sintió el golpe, Tomás llevó la mano a su estómago atrapando el objeto. Lo examinó, luego, fue en busca del culpable siguiendo la dirección en que venía la piedra. Se metió en el callejón a un l
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