Una joven de rostro serio se levantó de su cama exageradamente dura. El colchón poco suave le causaba dolor en la espalda cada mañana; pero acostumbrada a ello, ya no le prestaba atención a su cuerpo rígido. Después de bañarse en la pila que adornaba una esquina del patio de su casa, se vistió con prendas limpias y olorosas. Mientras peinaba sus cabellos, de pronto, una pequeña persona se acercó.
-¿hermana? - el pelo alborotado de la pequeña avisaba que se acababa de levantar - ¿cuándo vendrá mi hermano a jugar conmigo?.Sofía detuvo sus movimientos - No lo llames así, dile señor - informó.De pronto, desde el otro lado de la casa se escuchó un llamado. Sofía, dejó el peine sobre el mueble y salió de su habitación para dirigirse al cuarto del enfermo. Cuando entró, su padre ya estaba sentado a la orilla de la cama, con los pies sobre el frío suelo. La vio y extendió una mano hacia ella - Ya tengo fuerzas para levantarme, ven, ayúdame un poco.Susp