Luego de preparar todo con una infinidad de detalles, Ángello conduce su auto, que es más grande que el mío, encabezando la caravana hacia la playa.

—¿Estás segura de que trajiste protector solar? Porque al parecer este fin de semana tendremos sol en la costa.

—Eso no importa, esta época es pésima para ir a la playa, así que sólo usaremos la piscina.

—¿Trajiste tu traje de baño o el bikini? —tengo que preguntarle, porque suele ser muy olvidadiza.

—Por supuesto que los bikinis, tengo seis y los traje todos.

—Sólo serán cuatro días.

—Perfecto, entonces no me faltarán —ella sube los pies a la guantera, pone música en su teléfono y mira por la ventanilla.

—¿Podrías bajar los pies de ahí? Luego me cuesta mucho quitar las huellas —se quita las sandalias y vuelve a subir los pies.

—Listo, ahora no tendrás huellas —la veo unos segundos y su bella sonrisa me deja embobado de una vez.

—Ay, Pía… nunca puedo molestarme contigo.

—Porque soy adorable y porque me amas mucho, primito.

«Claro que te a