Estoy sentado en la sala de nuestra casa, mirando la televisión, pero sin encontrar nada interesante, la verdad es que llevo unos cuantos días así, sin interesarme por nada y eso lo asocio a que me siento más solo que nunca.
Cian se ha ido de vacaciones con uno de sus amigos, algo que me deprime porque, luego de que Alex se casara, él y yo nos dedicábamos a conversar y jugar en la Xbox One los fines de semana.
Mi madre baja por las escaleras muy elegante, se ve realmente hermosa con un vestido rojo ceñido a su cuerpo de veinteañera, que combina perfecto con su cabello. Mi padre le sigue con un traje de tres piezas, pero sin corbata.
Ambos se ven de maravilla juntos, en especial cuando se les ve de la mano como si fueran uno solo e insisto en que quiero eso mismo para mí.
—Agustín, te quedas de dueño de casa —dice mi madre, colocándose un abrigo ligero—, tu padre y yo iremos a una cena en casa de unos viejos amigos de tu padre.
—Supongo que no debo hacer de niñera también —le digo leva