Por Emma
Salí de su habitación y de su casa.
Dos cuadras después tomé un taxi.
Le di la dirección de Textil Norte, allí estaba mi auto.
-¡Lo odio!
Murmure en voz baja.
Una lágrima, más rebelde que yo, rodó por mi mejilla.
La limpié con bronca.
-¿Está bien, señorita?
Me preguntó el taxista.
No sabía que me estaba observando.
-Sí, solamente un jefe injusto.
-Lo lamento, aunque no entiendo quien puede ser injusto con una belleza como vos.
-Gracias.
Le dije con sequedad, mientras observaba si el seguro de la puerta del taxi se podía abrir fácilmente.
No estoy acostumbrada a tomar taxi, no porque eso me degradada a algo, sino porque manejo desde mis 17 años y con anterioridad a esa edad, el chofer de mi padre se ocupaba de mi traslado.
Algo no me gustaba de ese hombre.
Pensé en mi atuendo, era típico de oficinista y mis accesorios…
No me pongo muchas joyas, pero mi reloj vale más que el auto en el que estoy y mis pendientes, aunque discretos, son Tiffany, al igual que mi collar.
Claro que