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Capítulo 4 Dos autos la esperan

Por Pupy

Mi voz sobresaltó a Emma, mi nueva empleada.

Tuve que reprimir una sonrisa.

Mi pregunta la tomó por sorpresa.

Ella discutiendo con su novio por teléfono.

La realidad es que la llamé a propósito cuando escuché que todas las muchachas de la oficina estaban pendientes del hombre del BMW rojo que estaba estacionado en la acera de mi fábrica.

No pude evitar, cuando me dirigía hacia mi oficina, mirar de reojo a través del ventanal que cubría la mayor parte de uno de los pasillos, mirar disimuladamente, hacia la calle.

Ese hombre, al que llamó su novio, no era Ramiro Tayler, el hombre con el que ella cenó la noche anterior y que le comió la boca en el estacionamiento.

Algo me llamaba la atención de esta mujer.

El auto al que se subió la noche anterior era un Mercedes GLC una pequeña sub, llena de tecnología, sofisticada como su dueña, de una belleza implacable, también como su dueña, parecía la digna dueña, como que se inspiraron en Emma al diseñarla.

Definitivamente estaba pensando tonterías.

Habló algo de una empresa, no pude entender de que se trataba, pero entendí perfectamente cuando decía que no trabajaba por el dinero.

La observé por detrás, tenía un… cuerpo espectacular… además, tenía todo el aspecto de una niña acomodada.

Tenía clase y una educación privilegiada.

No me tenía miedo y a no estoy seguro si me tenía respeto.

El día anterior estaba cenando con un empresario, que no era de los pequeños, no era un monstruo como yo, peor no era un partido despreciable y el hombre que la esperaba hoy, a juzgar por su auto, tampoco era cualquier tipo.

Luego de su sorpresa inicial, con su mirada, me mando a la m****a.

- ¿Quedó algo pendiente?

Preguntó con educación, desentendiéndose por completo de mis palabras.

Y sí… eran con doble intención.

No me meto con las empleadas, eso solamente me traería complicaciones, pero Emma…

-No, salvo que quieras aclarar algún punto.

Retrocedí.

-No, señor, buenas tardes.

No le contesté, solamente la vi alejarse.

Miré hacia la calle, el BMW rojo, ya no estaba y al parecer, Emma, no vería a su novio.

Sonreí con malicia.

Llegué a casa, todo estaba en silencio, mi esposa aún no había vuelto de su viaje.

Supongo que cuando llegue va a llamar a uno de los choferes, es lo que suele hacer.

Me fui a dormir temprano, la noche anterior apenas había pegado un ojo, después de cenar terminé en el departamento de Odri García, una bella modelo, que, aunque se esforzaba, le faltaba ese toque para volverme loco.

La que sí lo tenía, era Grace Obban, una modelo cuya carrera yo impulsé y hasta fue Miss Argentina, gracias a mi patrocinio.

Se llevaba mal con Odri, competencia entre mujeres.

Por la mañana, tuve una reunión con Kika, mi secretaria directa, sin embargo, al ser la encargada de la oficina de ventas, delegaba el trabajo como mi secretaria a Emma.

- ¿Quién recomendó a Emma Fonda?

Pregunté, en forma casual.

-No tengo idea, creo que se presentó, con varias jóvenes más y quedó elegida ¿Tiene alguna queja sobre ella?

-No, para nada, pero me llama la atención, es jovencita y su nivel educativo es alto.

-Sí, puede ser, no mucho más que el de otros empleados.

Me di cuenta de que a Kika no le gustó para nada la opinión que yo tenía de Emma.

-Puede ser.

Le contesté cambiando de tema, porque Kika no es muy amable con el resto del personal, sobre todo con los que están por debajo de su nivel y no quería que se sintiera amenazada por la brillantez de Emma.

-No quiero problemas ni represalias en la oficina.

Le dije con seriedad, viendo venir una serie de problemas.

Ella tartamudeó.

-No… no… se… señor.

No quiero que Kika la torture, porque ese entretenimiento iba a ser mío, estaba seguro de que me iba a divertir por un rato largo, aunque al estar tan preparada para su trabajo, tenía que tener cuidado de no tirar demasiado de la cuerda.

Incluso estaba mucho más preparada que la propia Kika, hasta parecía estarlo para enfrentarme.

Cerca del horario de salida, pasé por la oficina de Emma, ella compartía el espacio con tres mujeres más, Kika tenía una oficina aparte, más pequeña, pero propia.

Tenía la necesidad de saber si ese noviecito la iba a buscar.

No entiendo que me sucedía, supongo que estaba aburrido.

Lo supe inmediatamente.

-Nuevamente está tu novio esperando.

Le dijo Catalina.

Estaba a punto de entrar, pero decidí no dar otro paso y quedarme en las sombras.

Supongo que Emma se acercó al ventanal.

-Ayyyy.

Exclamó.

- ¿Qué sucede?

Le preguntó una voz y creo que era la de Mirta Naranjo.

-Acabo de ver, estacionado más atrás, el Audi negro de… un amigo.

- ¿Un amigo?

Preguntó la misma voz.

-Sí, ya sabés… ¡Los tengo a los dos ahí y se conocen!

Aparecí en ese instante.

-Señoritas ¿Qué es este alboroto?

-Nada importante, lo siento.

Emma inmediatamente tomó la voz.

Es una líder nata.

Lo hizo con normalidad.

Esta mujer está acostumbrada a tener las riendas de todo.

-Mirta… por favor, ¿Le podrás decir a Martín, mi novio, que estoy en una reunión, sin horario de salida, sin celular y que lo llamo cuando termine?

¡Es una descarada! Creo que hasta se olvidó de mi presencia.

-Cuando Martín se vaya, lo veo a Ramiro.

- ¡Señorita! ¿Qué significa esta falta de ética y de moral?

Me miró, cerrando la boca, apenas ruborizada y con una expresión que de inocente no tenía nada.

- ¿Perdón? No le voy a permitir que usted me hable de ética y de moral, porque yo no hice nada inmoral.

-Acompáñeme a mi oficina, usted y yo vamos a tener una charla.

Emma no se inmutó.

-Sí… señor… chicas, alguna se podría acercar a… al chico del Audi negro, misma excusa… se llama Ramiro, Gracias.

La miré serio.

- ¿Lo acompaño a su oficina… señor?

¿Encima se daba el lujo de hablarme con ironía?

No sabía qué le iba a decir, pero sentía una satisfacción enorme al alejarla, por el momento de sus novios o candidatos.

Ella nombra al del BMW como su novio y a Ramiro, como un amigo.

Si ellos se conocían, probablemente yo también conocía al hombre del BMW rojo.

Emma me seguía, sentía sus pasos, a pesar de la mullida alfombra.

Entré a mi oficina y me senté detrás de mi escritorio.

-Permiso.

Dijo entrando detrás mío.

No se sentó inmediatamente, no sé si era porque pensaba que solamente le llamaría la atención y serían unos pocos minutos o porque no pensaba desafiar mi poder o porque entendía las reglas de los empleados y tenía en claro mi poder.

Tal vez pensaba que la iba a hacer parar con alguna frase hiriente si ella se sentaba.

Eso lo descarté.

No sabía quién era Emma realmente, pero si le decía algo hiriente, ella me devolvería la frase, sin ponerse nerviosa.

Creo que no se sentó porque no le dio la gana.

-Sentate.

Le dije, dándole a entender que la conversación se iba a extender, aunque ella lo debió suponer, porque despidió a sus dos pretendientes.

-Me parece que tenemos que hablar sobre la reputación de esta empresa.

-Esta empresa tiene una reputación inmejorable.

Jajaja, se metió solita en la boca del lobo.

-Exactamente.

Le digo con una sonrisa ufana.

-Por ese motivo esperamos que nuestros contribuyan a nuestra reputación.

-No lo entiendo.

No sabía si sus ojos tenían burla o desprecio, pero estaba seguro de que no era respeto lo que gritaban.

Decidí ser claro.

-Señorita, no está permitido escándalos en la compañía y que la vengan a buscar dos hombres a la puerta de la empresa, eso puede traer algún tipo de alboroto y no es aceptable.

La media sonrisa que desplegó me desorientó por un momento.

-Es verdad, vino mi novio a buscarme, sin haberle pedido que lo hiciera y también vino un amigo, a quién ni siquiera recuerdo haberle dicho que yo trabajo acá, es decir, no me puedo hacer cargo de las decisiones o los deseos de los demás.

-Pero eso sucede por usted.

-Es relativo, porque ninguno se acercó a recepción, solamente estaban estacionados en la avenida y eso, querido jefe, no lo podemos manejar ni usted ni yo, es un lugar libre.

La seguridad con la que hablaba me indicaba que ya tenía pensada esa respuesta.

¡Me exaspera!

Yo pretendía molestarla y… retenerla.

-Más allá de que es vía pública, usted tiene que procurar…

De a ratos la trato de usted para poner distancia y luego vuelvo a tutearla para que se entere de que yo tengo poder sobre ella, para que se haga cargo de que es solamente una empleada y yo soy el jefe.

-Señor, yo me traslado en mi propio vehículo, que está estacionado dentro de la empresa, nunca quedaría con alguien para verlo a la salida de mi trabajo, es más fácil encontrarme en una confitería, en un restaurante o en mi casa, por eso le comento que no puedo obligar a nadie a no estacionar frente a una empresa que no me pertenece y cuyo estacionamiento es libre.

Tengo ganas de reír, pero lo evito, es evidente, que Emma no necesita este trabajo y que, por sus estudios, puede conseguir trabajo dónde quiera, por eso, aunque me responde con educación, y nunca deja de reconocer que soy su jerarca, en su mente no me ve como un superior.

Me va a gustar adoctrinarla, porque de alguna manera, siento que eso es lo que quiero, aunque disfruto de ese enfrentamiento, disfrazado de sonrisas falsas y palabras ilustradas.

-Señorita, no entendió.

Dije, tratando de que mi voz salga más grave de lo que era.

-Acá no toleramos que la vida personal se mezcle con la profesional y que el chisme de quién viene o no a buscarla, sea el comentario de la empresa.

-No pusieron un pie en la entrada, no preguntaron por mí, solamente había dos hombres en la acera y hasta donde sé, Ramiro Taylor, también es su conocido, pudo, perfectamente, estar esperándolo a usted.

- ¿Qué insinuás?

Esta mujer me está volviendo loco y le voy a dar una lección.

-Simplemente que todos podemos tener amigos.

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