—Lo lamento —dijo una falsa rubia, madre de los dos hijos de Alessandro Morelli—, pero creo que lo mejor es que esperes hasta que ella esté lista para enfrentarse a ti y te contacte por su cuenta.
Minutos antes, al saber que Leobardo Alarcón estaba en su casa, la joven Estrella Miller terminó presa del pánico y envuelta en una crisis de ansiedad que visiblemente se tornaba peligrosa para ella y para sus dos bebés, así que Rebecca se interpuso entre el padre de sus futuros nietos, o nietas, en lo que Alessandro y Chase llevaban a su auto a una joven casi desmayada.
Leobardo lo entendió, entendió que lo mejor para todos, en ese momento, era que él le diera tiempo y espacio a esa joven de la que ni loco se alejaría demasiado. A esa rubia la seguiría de cerca sin que ella se diera cuenta, porque necesitaba saberla bien, y solo les creería a sus ojos que no había nada malo con su mujer y sus bebés.
En el hospital, Estrella ni siquiera debió recibir medicación, cada metro lejos del padre de