Capítulo 4

Reconocí enseguida al muchacho de cabello rubio como “Martin”. Era el mismo que había descubierto a la joven apenas le dispararon. Parecía ser uno de los más cercanos al Jefe, algo así como su mano derecha, a pesar de no llegar a los veinte años.

Se colocó de rodillas frente a la muchacha y con delicadeza la cargó entre sus brazos.

Tras él, el Jefe apareció en mi campo visual. Su remera blanca seguía manchada con sangre y su cabello estaba revuelto, como si él mismo se hubiese despeinado. Su rostro seguía tan frío como de costumbre, pero teñido con una mezcla de preocupación y enojo.

-Ven- sentenció con voz firme, mirándome directamente a los ojos.

Me puse de pie y lo seguí en silencio atravesando el salón. Recorrimos otro pasillo que llevaba a una pequeña habitación, que supuse, era su despacho. Había una mesa de madera con papeles desparramados, una silla negra de cuero, dos bibliotecas repletas de libros y carpetas y un sillón rojo al otro lado del cuarto.

Se detuvo en la entrada y me dejó pasar primero. A continuación, cerró la puerta detrás de mí y no pude evitar ponerme tensa. Señaló con la cabeza hacia el sillón, me senté y esperé con ansiedad su siguiente movimiento.

Con un andar seguro y despreocupado se acercó a una botella que estaba apoyada en su escritorio, junto a dos copas de cristal.

- ¿Whisky? -me ofreció mientras volcaba el contenido en uno de los vasos.

-No gracias- respondí enseguida. ¡Que no sabía ni qué hora era! No sabía dónde estaba, quienes eran todos estos hombres. Y lo más inquietante ¿Por qué no me dejaba ir?

Asintió y se sentó a mi lado en el sofá. Bebió lentamente de la copa, humedeciendo los labios con su lengua después. Mi mirada casi no pudo despegarse de su boca hasta que habló.

-Quiero proponerte algo- alzó sus ojos del vaso y me observó fijamente, analizando cada movimiento que hacía. Incluso parecía que quería ver qué cosas cruzaban por mi cabeza.

Por el tono que usó estaba segura de que lo que iba a decir no me iba a gustar. Me quedé en silencio esperando que continuara.

-Señorita...- hizo un gesto con su mano izquierda para que hablara.

-Anne- respondí.

-Anne...- repitió con más suavidad de la que solía usar para hablar. -Ésta es la cuestión. La joven a la que hirieron es mi hermana. - abrí los ojos sorprendida - Aún no sabemos porque le dispararon, pero creemos que fue una venganza después de lo que le hicimos al Comisario Stiler...-

-No- lo frené en cuanto me dí cuenta -No me cuentes, sino no podré irme- manifesté con desesperación.

-Anne...- suspiró mirando hacia otro lado, cualquiera menos mis ojos- Ya no podrás irte. -

- ¿¡Qué?!- grité poniéndome de pie rápidamente - ¡Prometiste que me iba a ir! -

-No es cierto, nunca lo prometí- respondió con tranquilidad, mirándome serio desde el sillón.

Me acerqué a él con rabia y levanté mi mano para pegarle la cachetada de su vida. Pero antes de que pudiera hacerlo, él ya había tomado mi mano entre la suya, con más fuerza de la esperada.

-Yo que tú no haría eso- susurró amenazante mirándome.

- ¿O qué? - lo reté. Mi respiración estaba visiblemente agitada y sus ojos se dirigieron hacia mis labios.

-Despídete de todo lo que te rodea-

¿Estaba amenazando con matarme? No podía ser capaz... Yo no había hecho nada. ¡Él me había secuestrado!

Dejé caer mi mano mientras él la soltaba.

-Eres un maldito demente- susurré abrazándome y mirando a la pared, como si allí estuviera mi solución. No podía creer que me estaba pasando esto.

- ¿Qué has dicho? - se puso de pie tranquilo y se acercó a mí. Antes de que pudiera siquiera notarlo ya estaba acorralada contra la pared. -Repítelo- susurró cerca de mi rostro.

En mí no quedaba ni un poco de respeto por él. No solo estaba enojada por la situación, sino que además sentía que me había traicionado al no dejarme ir.

Lo miré a los ojos y le dije lentamente - Eres un maldito demente-.

Sonrió de forma escalofriante y en un segundo me colocó sobre su hombro.

- ¿Qué haces? - grité y comencé a patearlo.

Aunque fue un vano, porque con una de sus manos sostenía la parte de atrás de mis piernas, limitando mis movimientos.

Comenzamos a movernos; sus zapatos costosos se deslizaron con naturalidad por el suelo de madera y todo mi estómago se revolvió.

Continué intentando golpear su torso con mis manos a pesar de que era difícil porque estaban vendadas. Joder que nada me salía bien hoy.

Seguí gritando con la esperanza de que alguien me escuche y me ayude. Pero sabía que eso era poco probable, ¿Quién se atrevería a ir en contra del Jefe?

- ¡Estas loco, demente, voy a denunciarte! - continué amenazandolo en vano. Escuché su risa por lo bajo, lo que me enfureció aún más.

Finalmente nos detuvimos, abrió una puerta con la mano libre y con un solo movimiento me dejó nuevamente sobre mis pies.

Intenté recuperar un poco mi equilibrio, toda la sangre estaba acumulada en mi cabeza.

Al instante identifiqué que estaba de nuevo en el cuarto donde desperté.

Giró sobre sus pies y caminó hasta la puerta bajo mi atenta mirada.

-Hablaremos cuando se te pase el berrinche, niña- y a continuación cerró la puerta con llave.

¿Niña? ¡Si tenía 26 años! Estúpido demente.

Respiré lentamente para poder tranquilizarme, aunque parecía imposible.

Estaba atrapada en una mansión, quién sabe dónde, con un grupo de psicópatas. Y ellos estaban a cargo del mayor psicópata demente que podría haber conocido.

Me senté sobre la cama y miré mis manos lastimadas, dolían bastante. Pero mayor era la tristeza y rabia que sentía subir por mi garganta.

Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, y en el silencio de la habitación, lloré.

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