Había sido un error mi llegada a esa casa... Él no era más que un mafioso, con el que no quería tener nada que ver. Pero ¿Y si era justo lo que mi vida necesitaba?
Leer másEra una noche de otoño en un tranquilo pueblo. Estaba caminando por las calles desiertas en dirección a mi casa. Los zapatos de taco bajo provocaban un ruido que retumbaba en los callejones.
Sabía que era peligroso estar sola a ésta hora, que cualquier cosa podía sucederme. Pero lo cierto es que no tenía alternativa.
Trabajaba como médica en el hospital público de Riga, una pequeñísima ciudad en Europa. Me había criado lejos de aquí, junto a mis padres, y no estaba acostumbrada a que seamos pocos habitantes.
Particularmente esa noche, algo dentro de mí me hacía estar en alerta. Tenía la sensación de que algo podría sucederme… Aunque tal vez, sólo estaba paranoica por los recientes sucesos de inseguridad de los que mi madre me hablaba.
Apenas había terminado mi turno, después de una guardia de 14 horas sin descanso, y por fin podría volver a casa a dormir. Los pies me dolían, mis piernas estaban cansadas y mi estómago rugía por el hambre.
El viento sopló con fuerza y metí mis manos en el bolsillo de mi tapado gris. El frío había llegado sin previo aviso y el humo blanco que salía de mi boca mientras caminaba era testigo de ello.
Siempre solía volver acompañada por otro médico o colega, pero hoy nadie más había hecho guardia, era un día festivo y por lo tanto el personal se reducía considerablemente.
Suspiré y me dediqué a pensar en que podría cenar. Tal vez podría llamar a aquella pizzería que me encantaba, aunque no estaba segura de si estaría abierta. O quizá podría cocinarme algo rápido para poder meterme a la cama cuanto antes.
De pronto, un ruido chillante de ruedas sobre el pavimento me tomó por sorpresa. Alcé mi rostro en su dirección y ví a una camioneta negra que rápidamente abría sus puertas.
Todo sucedió en pocos segundos, y no pude ni siquiera moverme.
Dos hombres con la cara tapada por un pasamontañas negro bajaron de prisa, y antes de que lograra gritar, colocaron un paño en mi cara, dejándome inconsciente al instante.
5 MESES DESPUÉS. Sonreí mientras miraba y acariciaba mi pancita. Estaba de seis meses y medio. Era pequeñita, pero el bebé se movía mucho, era igual de inquieto que el padre. Tenía mucha intriga de cómo sería. ¿Tendría sus ojos? Ojalá que sí. -Estoy tan feliz de haber dejado toda esa vida atrás- suspiré recostada en una silla. -También yo amor. No fue fácil...- murmuró Alexander. -Lo sé, lo que tuviste que hacer para poder escapar de todo aquello...- respondí. Asintió. -Ya está, dejémoslo atrás. Éste es nuestro presente, y nuestro futuro- besó mi vientre -Gracias por haberme esperado...- -No tienes que agradecerme, lo haría una y mil veces- hundí mis dedos entre sus cabellos, acariciando su cabeza -Gracias a tí por dejarme atravesar tu frío corazón - bromeé. -Un placer- reímos. Vivíamos en una ciudad distinta, muy lejos de la anterior. Nuestro hogar era una hermosa casa con un gran campo atrás. Y
Desperté confundida. Sentía unas caricias en mi vientre, pero mis manos estaban quietas.Abrí mis ojos y encontré las grandes manos de Alexander deslizándose sobre mi piel.Mi corazón se aceleró.-Buen día, hermosa- susurró besando mi cuello.-Buen día, amor.- respondí acariciando sus manos.-Es increíble saber que una vida crece en tí, producto de nuestro amor--¿No tienes miedo?- pregunté temiendo un poco su respuesta.-No. Bueno... Si, los miedos normales de todo padre primerizo - rió achinando sus ojos - Pero estoy muy feliz. No veo la hora de conocerlo. Gracias por darme una familia- miró mis ojos.Rápidamente giré mi cuerpo y lo abracé con fuerza.-Tenía tanto miedo de cómo lo ibas a tomar...- confesé.-Lo sé. Yo también- rió -Pe
-Anne, yo...--No me importa lo que tengas para decir, Alexander. Lo nuestro se acabó--¿Ibas a mantenerlo en secreto?- volvió a insistir. ¿Por qué le dolía tanto? Si al fin y al cabo, nunca había querido ésto.-No había decidido qué hacer. Me enteré ayer y luego sucedió lo del ataque... Y hoy... Bueno, ya sabes- lo miré con odio.Tomó su cabello entre los dedos, un gesto que hacía cuando estaba nervioso y no sabía que decir.-Si lo hubiera sabido, las cosas no habrían sido así...--No te atrevas a culparme- lo interrumpí señalándolo con mi dedo índice-No sé que motivos te llevaron a actuar así, pero sé que definitivamente no es mi culpa--Claro que no- ablandó su rostro y dió un paso hacia mi -No es tu culpa, es toda mía. Si pudiera explicar
POV AnneUnos golpes incesantes se escuchaban desde la puerta principal.Fruncí el ceño confundida sobre quién podía ser. Nadie sabía que había vuelto a mi departamento...Por un momento me asusté. Haber estado dentro del mundo de Alexander me había vuelto un poco paranoica.Miré en mi celular la hora: las 3:45 am.Los golpes seguían retumbando, incluso cada vez con más fuerza.Me puse de pie, y abracé mis brazos con las manos, mientras caminaba hacia la puerta. Hacía mucho frío, y mi musculosa no abrigaba absolutamente nada.Crucé el living, me acerqué a la entrada y encendí la luz.-¿Quién es?- pregunté con firmeza.-Soy Alexander, ábreme por favor-¿Qué carajo…?¿Qué hacía acá?No entend&
POV AlexanderObservé en silencio como Anne abandonó mi despacho con furia.No dije nada, no la seguí, la dejé ir.Me senté destruído en la silla y tomé mi rostro entre las manos.Mierda, mierda, mierda.Era un hijo de puta. Uno grande.Su rostro angelical estaba arruinado gracias a mí. Le había roto el corazón.Pero el mío también lo estaba.Ya nada volvería a ser como antes, y era mi decisión final.Suspiré una vez más y su rostro con lágrimas volvió a mi mente.De pronto, una ira se apoderó de mí. Me puse de pie y comencé a romper todo lo que estaba a mi alcance.Tiré por el aire papeles, la silla y una botella de whisky que había vaciado a la mitad, antes de decirle que se fuera.Todo. Rompí todo. Rompí su a
Me dí media vuelta y abandoné la habitación sin esperar su respuesta. No quería que siguiera lastimándome con sus palabras.Si así quería que fueran las cosas, pues, así serían. Al fin y al cabo era el Jefe y daba las órdenes.Armé un bolso rápido, con unas pocas cosas que tenía en el armario. Y, sin despedirme de nadie, en cuestión de minutos, salí de la mansión. Por suerte no me crucé con nadie mientras escapaba... Aunque una parte de mí deseaba que Alexander viniera a decirme que era un chiste o que estaba arrepentido.Caminé un par de cuadras con la mochila colgando de mi hombro derecho y marqué el número de un taxi mientras lloraba. Hacía mucho calor y no había desayunado, pero ¿Qué más iba a lograr si me quedaba en esa casa? Nada, sólo aumentar mi dolor. Debía irm
Último capítulo