Desperté confundida. Sentía unas caricias en mi vientre, pero mis manos estaban quietas.
Abrí mis ojos y encontré las grandes manos de Alexander deslizándose sobre mi piel.
Mi corazón se aceleró.
-Buen día, hermosa- susurró besando mi cuello.
-Buen día, amor.- respondí acariciando sus manos.
-Es increíble saber que una vida crece en tí, producto de nuestro amor-
-¿No tienes miedo?- pregunté temiendo un poco su respuesta.
-No. Bueno... Si, los miedos normales de todo padre primerizo - rió achinando sus ojos - Pero estoy muy feliz. No veo la hora de conocerlo. Gracias por darme una familia- miró mis ojos.
Rápidamente giré mi cuerpo y lo abracé con fuerza.
-Tenía tanto miedo de cómo lo ibas a tomar...- confesé.
-Lo sé. Yo también- rió -Pe