No sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado. No había ninguna ventana en ésta habitación así que no podía ver si era de día o de noche.
Luego de darle mil vueltas a la situación, y concluir que no tenía muchas opciones, me había quedado dormida.
En ese momento no tenía hambre, supongo que, por los nervios, pero sí tenía sed.
Me puse de pie y entré al baño que, recordaba, estaba detrás de la puerta de la izquierda. Rápidamente me acerqué al lavabo y abriendo la canilla con desesperación bebí el agua fresca que caía. Al instante mi garganta lo agradeció. Tomé un poco más de líquido entre mis manos y mojé mi rostro.
Alcé la vista y me encontré con mi mirada triste y cansada. Enormes ojeras acompañaban mis ojos. Luego mi atención se