Caminé junto a Alexander hasta llegar a su oficina en la planta baja, la misma donde había firmado aquel papel que me obligaba a trabajar para ellos.
Cerró la puerta una vez que estuve dentro y un escalofrío me recorrió. Nunca olvidaba que estaba con un mafioso.
Se sentó en su escritorio, en silencio, y cruzó sus dedos mirándome fijamente.
Con seguridad, le mantuve la mirada. No sabía qué había hecho ahora, pero no le demostraría miedo.
-Quiero que seas mi acompañante en una cena el sábado a la noche- soltó de repente.
Espera, ¿Qué?
- ¿Qué? – repetí en voz alta.
-No lo voy a volver a decir- musitó un poco... ¿Avergonzado?
-Discúlpame Alexander, pero ese no es mi trabajo...-
-Claro que sí, es una reunión de trabajo- me interrumpió.
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