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Mundo de ficçãoIniciar sessão—¿Cómo ve a mi nieto?
—Es un milagro que esté vivo, eso puedo asegurárselo, vi el registro del accidente y la camioneta no quedó nada bien, él sobrevivió porque alguien más allá quiso — contestó el doctor bebiendo de su café —. Las fracturas tardarán en sanar, pero ahora que despierte necesito hacerle algunas pruebas, una tomografía, una resonancia ya consiente. Debemos descartar cualquier daño que se nos esté pasando por alto, presenta una inflamación en el cerebro, aunque bien es mínimo, no descarto un daño considerable.
—Todo lo que me dice me suena muy malo, déjeme decirle doctor, pero mi nieto es fuerte.
—Señora Julieta, de eso no tengo duda, créame que lo está demostrando, le agradezco el café, ahora iré a ver a mis demás pacientes.
El doctor se despidió dejándola sola, había estado minutos mirando a la nada, pensando en lo que se vendría ahora, Rafael siempre había demostrado ser un hombre inquieto, no hacer nada era la muerte para él, pero tendría que soportarlo.
— Abuela, ¿qué haces aquí sola? — preguntó Catalina, Cesar le había invitado un café mientras seguían esperando noticias.
—Señora Julieta — saludó amablemente Cesar.
—Tomándome un té, querida, no tenía ganas de ver a tu madre — dijo con sinceridad y una sonrisa, Cesar río del comentario, Julieta era una mujer que no le importaba decir lo que piensa.
—Ay abuela, entre tú y mi madre me van a volver loca…
—¿Dónde está Rogelio? — interrumpió su abuela.
—Se enteró del accidente de Rafael, ya estaba en el aeropuerto, pero antes me hizo enojar diciéndome que no vendría, pero el muy canalla ya está aquí, así que pronto llegara.
—Menos mal, querida, podrías pedirme algo de cenar, muero de hambre.
—Claro que sí, abuela, espérame aquí, ¿quieres algo Cesar?
—Si quieres te acompaño…
—No, usted hágame compañía, mira que tengo tiempo sin verte — exclamó Julieta, Cesar no pudo negarse a esa adorable mujer.
—¿Cómo ha estado? — Cesar se sentó para hablar con ella.
—Muy bien cariño, envejeciendo, pero eso ya es normal, Cesar me podrías hacerme un pequeño favor.
—Claro que sí, usted dirá.
—Sigues manejando la cuenta de Rogelio, los pagos que hace y todo eso.
—Sí, como me lo ha pedido Rafael.
—Bueno querido, necesito que me hagas llegar un resumen de todos sus gastos, al igual que Rafael, sé que no me meto mucho en eso, pero su abuelo fue muy duro con ambos sobre los gastos de la herencia, entonces me gustaría checar con calma todo eso. No quiero que el dinero de mi Miguel se esté derrochando.
—Si claro, con gusto, no tendrá mucho problema con los gastos de Rafael, pero no le aseguro lo mismo con Rogelio, solo la preparo.
—Conozco a mis nietos, solo hazme llegar todo lo antes posible, ahora que Rogelio estará aquí quiero poder hablar con él, con conocimiento de causa.
Olivia obedeció las indicaciones del doctor, el pasillo le pareció eterno, ese color blanco pulcro parecía de mentira y tocar las paredes no fue una opción, luego su ortesis hacia un ruido al avanzar, esperaba no molestar a nadie, era un silencio pesado, dio vuelta donde se le indicó y comenzó a buscar la habitación doscientos veinte, eran las habitaciones aisladas, sobre todo se miraban muy grandes, entró con cuidado cuando al fin dio con ella, sintió un alivio extraño, añoraba ver a Rafael, a su amado esposo, había discutido mucho con su padre por la decisión tan apresurada que tomó, pero no podía explicar la forma como Rafael la llevaba al límite en sus sentimientos. Se asustó al ver a alguien dentro, cuando notó que era una enfermera, descanso el alma, estaba segura de que si fuera alguien de la familia de Rafael la sacarían a rastras.
—Buenas noches — saludó la enfermera amablemente —. Solo estoy colando unos medicamentos, él se encuentra aún inconsciente, su rostro sufrió algunas heridas, por eso lleva vendaje para que no se asuste, también tienen un tubo en su boca, eso puede ser un poco chocante para usted, pero tranquila, él no siente dolor.—Fue sumamente tranquila en explicarle lo que estaba a punto de ver, había sido un gesto muy cordial de su parte, Olivia asintió y se acercó con cuidado.
—Rafael, mi amor — dijo en voz baja Olivia tomando su mano libre, no podía ver su rostro bien por culpa de las vendas, el tubo era muy estorboso, pero se sentía conforme con poder tocar su mano, la enfermera continúo haciendo lo suyo dándole un poco de espacio, estaba emocionada de al fin después de tanto tiempo que le pareció eterno estar separada de él.
—¿Es su novio?
—No, es mi esposo — aclaró Olivia limpiando su rostro.
—Tranquila, él estará bien, debe aferrarse a Dios con todo su corazón, es un milagro que esté vivo. Pero creo que uno de sus motivos para aferrarse a la vida, es su familia, y a todos los pacientes les sienta bien no estar solos.
—Gracias por sus palabras…
Olivia fue interrumpida por un espasmo de Rafael, alterada, miró a la enfermera, esta misma la alejó para revisarlo, pincho un botón rojo en la cabecera, Olivia estaba asustada, no entendía.
—Está intentando despertar, hace una hora se le retiró el sedante, ahora tranquila, él está sintiendo el tubo, necesitamos quitárselo…
Olivia se hizo pequeñita en esa habitación, entraron dos enfermeras más y una doctora, le pidieron que esperara detrás de una cortina que cubrió todo, no era tan creyente, su padre nunca les enseño a rezar, pero guardaba en su memoria lo que su madre les enseñó de niñas, juntó sus manos en su pecho y comenzó a recitar en silencio, los ruidos detrás de la cortina eran bruscos, indescriptibles, no podía descifrar que estaba pasando, solo eran palabras que entre ellas entendían. Estaba sintiéndose mal, la presión se le había bajado de golpe de la impresión, sintió un mareo y tuvo que sentarse en el primer lugar que encontró disponible, comenzó a escuchar una arcada como si alguien quisiera vomitar, había sido un sonido gutural.
—Todo está bien Rafael, necesito que te concentres en tu respiración, fuiste asistido con un respirador, hemos retirado el tubo, ahora respira con calma, inhala, exhala, bien, lo estás haciendo bien.
Olivia escuchaba a una persona, estaba segura de que era la doctora que había entrado, una enfermera recorrió la cortina, todas seguían sobre él, así que Olivia esperaba atenta, la enfermera que había sido amable con ella habló.
—Rafael, aquí está tu esposa, sí, está con nosotros lista para verte, está ansiosa, eres un hombre con suerte.
—Es-esposa — la voz fue leve, sonó casi como un ruido extraño, carrasposo y algo áspero, pero había sido un regalo para Olivia poder escucharlo, tal vez ni siquiera había dicho eso, pero le pareció que había sido así, por lo tanto, no se lo negaría.
—Rafael tienes un pacto con alguien de allá arriba — comentó la doctora, estaba maravillada que pudiera pronunciar algo después de retirarle el tubo, ese sin duda era un caso que todos en el hospital recordarían.
—¿Quieres ver a tu esposa?, vamos a retirar este vendaje, ya no lo necesitas era para que no te lastimara el tubo, si sientes dolor haznos una señal y esperamos.
Olivia se limpió el rostro, acomodó su cabello, estaba desesperada por acercarse, esperar se le hizo eterno, pero debía dejar que las enfermeras hicieran todo eso con calma, la doctora se despidió diciéndole que todo estaba bien y que los dejaba en buenas manos, la enfermera amable se llamaba Flor, era una mujer mayor, la jefa de enfermeras, todas atendían sus indicaciones con calma y sobre todo con mucho cuidado, Olivia de vez en cuando alzaba la vista, por un momento había olvidado por completo que estaba de contrabando ahí dentro, miraba la puerta de reojo esperando que nadie entrara y la sacara antes de poder acercarse a Rafael.
—Voy a revisar el expediente, nombre del paciente Rafael Ugarte Courier, edad treinta y seis años…
Una de las enfermeras empezó a repasar el expediente de Rafael, había cambio de turno así que estaba poniéndose al día con la jefa de enfermeras, tenía que ser así, siempre antes de cambiar turno se preguntaban entre ellas que medicamentos ya habían sido administrados, que les tocaría hacer, en que debían estar al pendiente, qué doctor estaba a cargo, era un protocolo que no tenía descanso, si ellas no hacían eso, era imposible tener una organización adecuada. Eso atrasó más que Olivia pudiera acercarse.
—Todo tuyo — dijo la enfermera, Olivia soportó el aire en sus pulmones cuando se puso de pie, se acercó con cuidado —. Aquí está tu esposa Rafael, abre los ojos mírala…
Olivia tuvo que rodear la cama para poder verlo con claridad, deseaba cruzar miradas con él, habían retirado gran parte del vendaje de su rostro, sus miradas se cruzaron por un instante, pero la expresión de Olivia fue cambiando poco a poco, su ceño se frunció y había una extraña pregunta en su rostro, algo que la enfermera no pudo pasar por alto, los ojos de Olivia se llenaron de lágrimas.
—¿Rafael? — dijo con duda Olivia, su labio tembló al decir aquel nombre, era el nombre de su esposo, lo había dicho tantas veces.
Había pronunciado aquel nombre con amor, con deseo, con una ferviente dedicación, todo lo que había despertado en ella, sonrió al decirlo, lloró al decirlo, lo gritó a los cuatro vientos donde le fuera posible, en ese mismo hospital había asegurado que era ella la esposa de Rafael Ugarte, que era su esposo quien estaba en una cama de hospital tratando de sobrevivir de un fatídico accidente, había tenido que salir corriendo de la tienda de su padre, ni tiempo tuvo de cambiarse, comer algo, su estómago estaba tan vacío que las tripas se contrajeron de golpe, un sabor ácido subió por su garganta.
Tomó el primer avión que la trajera a su lado, porque debía ser así, era su esposo, su amado esposo, pero ese hombre que la miraba con tranquilidad no era su esposo, él no era el hombre con el que se había casado.









