Capítulo 115. Un sollozo desgarrador.
Lizbeth se encontraba en el sombrío cementerio de su antiguo barrio, bajo un cielo nublado que parecía llorar junto a ella. A su alrededor, una multitud de rostros conocidos le devolvían la mirada. Amigos, familiares y conocidos llenaban el pequeño espacio entre las tumbas desgastadas, todos reunidos para despedirse de Ángela.
Su esposo la sostenía suavemente por los hombros, en un esfuerzo por transmitirle su fortaleza y amor sin palabras.
El susurro de la multitud se desvanecía en un trasfondo apenas perceptible mientras ella los observaba, incrédula, sin poder asimilar que tantas personas la valoraran y mitigaban en algo su sensación de desolación y vacío.
Mientras acariciaba su pecho con desesperación para aliviar la opresión que sentía, reflexionaba sobre cómo, al vivir con su familia, nunca experimentó verdadera compañía; solo eran extraños bajo un mismo techo. Sin embargo, seguían siendo su familia. En lo más profundo de su ser, a pesar de afirmar que no deseaba tener cerca a