Cuando Silvia salió del dormitorio, descubrió que Daniel ya se había marchado. En la mesa del comedor había dejado el desayuno preparado para los dos.
Después de asearse y desayunar, Silvia se aplicó el ungüento para quemaduras. Vivian seguía durmiendo.
Mientras reflexionaba sobre la condición de Vivian, recibió una llamada de un número desconocido.
Contestó con curiosidad:
—¿Hola? ¿Quién habla?
Una suave risa resonó al otro lado de la línea, seguida por la voz de Fabiola:
—¿Tan pronto has olvidado mi voz? Después de la competencia de ayer, no tuve tiempo de preguntarte cómo estabas. ¿Cómo va esa quemadura?
—Profesora, ya casi no me duele, aunque sigue hinchada y roja. Acabo de aplicarme el ungüento. ¿Ya está por regresar, verdad?
Silvia recordaba que Fabiola solo iba a quedarse siete días, y hoy era justamente el séptimo día.
—Así es, tengo vuelo esta noche. Ya tengo programada una conferencia para la madrugada cuando llegue.
—¿Tan pronto? —preguntó Silvia sorprendida.
Fabiola rio:
—N